Oscar López Reyes
Las primarias celebradas el primero de octubre de 2023 por el Partido Revolucionario Moderno (PRM), en las cuales el presidente constitucional Luis Rodolfo Abinader Corona fue declarado con el 91.79% para ser el candidato de esa organización y proseguir como jefe de Estado, descifra un toque de diana para los contendores de ese proceso: la imperiosidad mutua de incorporar a la campaña electoral el 5.56% que sacó Guido Gómez Mazara y el 2.22% de Ramón Alburquerque.
Equidistantemente, el escrutinio advierte a estos dos políticos liberales y controversiales que se les obsequia un chance para reconciliarse con la cúpula de su partido, para no dejarse abatir por el aislamiento que motorizarían los máximos representantes de los estamentos ultraconservadores de ese colectivo: David Collado y Carolina Mejía.
El futuro de Gómez Mazara y Alburquerque está cifrado en que ambos desciendan de ese pedestal de arrogancia, autosupravaloración y la confrontativa en su PRM, que deberá abrirles campos sin tartamudeos. Encaja como pertinente pactar en el equilibrio y no conminarlos a que repliquen la fábula de Sísifo.
Ese personaje de la mitología griega, que instauró el reino de Corinto, fue atormentado por los dioses a empujar una roca colosal hasta el pico de una cordillera, a fin de que, una vez estuviera en el punto más alto, asegurara que la pesada piedra no rodara de nuevo por la pendiente hasta el peldaño más bajo, y así -una y otra vez- hasta la infinidad.
Gómez Mazara, Collado, Mejía y Alburquerque gravitan en una sociedad signada por el social-conservadurismo, el patrimonialismo y el clientelismo populista, que doblegan los nuevos paradigmas transdisciplinares. Retarlos pone a pruebas, dando vueltas en la apuesta más aventurera.
Tanto el marketing político como el marketing electoral aconsejan a los candidatos dominicanos que, para granjearse las preferencias de los distintos segmentos de votantes, ceñirse a una discursiva tradicional no desafiante de las estructuras históricas vigentes. O sea, no confundir al aspirante presidencial con el sable que sobre su espinazo lanza el periodista crítico.
La disciplina citada también plantea que el objetivo de cara a los electores no se centra en andar a la caza de cambiar sus actitudes y comportamientos en función del pensamiento propio, sino en procurar adaptarse a ellos, para complacerlos, atraerlos y transformar sus intenciones en votos.
Ganarán más Gómez Mazara y Alburquerque sumando su 7.78% a los aparentemente inconformes del PRM que les favorecieron en las primarias, que continuar en una prédica que agudizaría la confrontación y conduciría a la soledad mini-grupal y al cierre de intersticios democráticos.
Si ya el primero lidió en el PRD y también hizo gala de gallardía en la competencia en el PRM, el buen juicio sugiere no seguir por esa ruta, ni taladrar frentes por doquier. Es decir, no embestir contra todo aquel que se atreva a criticarlos o emitir opiniones contrarias, soltando pizcas de intolerancia.
En la idiosincrasia de su formación política, Gómez Mazara asume el contemporáneo liberalismo social-demócrata: libertades y el estado de derecho, la igualdad y el imperio de la ley, la democracia representativa, la economía de mercado y la propiedad privada. No por esa ideología y sí por su estilo sietemachos, tendrá que evitar que el imaginario colectivo lo relacione con figuras de la estirpe de Daniel Ortega Saavedra, presidente de Nicaragua, y Nicolás Maduro Moros, presidente de Venezuela, que han sometido el socialismo a un descrédito sin paragón.
Si por someter a la Justicia fuera, si por denuestos y denuncias contundentes se tratara y si por ser aguerrido verbal consistiera, ya se hubieran sentado en la silla presidencial Marino Vinicio Castillo (un patriota 100 por ciento), Narciso Isa Conde (ejemplo de coherencia revolucionaria en el tiempo) y Guillermo Moreno García, quien no floja en un radicalismo que no crece numéricamente. Resalta que los grupos de izquierda se han colocado como la cenicienta de América Latina porque, sin la más exigua frescura, todavía no comprenden la sociología política nacional, y mucho menos el marketing político y electoral.
A Gómez Mazara le acicatea un legado histórico invaluable: hijo de Maximiliano Gómez (1943-1971), legendario líder del maoísta marxista-leninista del Movimiento Popular Dominicano (MPD) y Carmen Mazara, conocida gladiadora por la justicia, y sobrino de Orlando Mazara, dirigente del Movimiento Revolucionario 14 de Junio abatido en 1967 en la montaña de San José de Ocoa.
También, en otro abono, Gómez Mazara pone la vista con cierto carisma y argumenta con erudición y fluidez, relevantes en el código y la narrativa electoral, pero esto no basta. Para su aceptación, los electores exigen otras cualidades: estabilidad emocional, moderación, generación de confianza para la seguridad, una sonrisa seductora y habilidad para el recaudo de recursos financieros.
En término de imagen pública, su paso por la Consultoría Jurídica del Poder Ejecutivo le sumó, pero más le restó, por la conflictividad, independientemente de los motivos. Desperdició un tiempo guerreando con un político cuestionado y desprestigiado como Miguel Vargas Maldonado, y no bien había ingresado al PRM comenzó a pulsear innecesariamente.
A esa alta función estatal debió haberle sacado más provecho en realizaciones materiales, pero la desaprovechó en unos dimes y diretes, y con papeles judiciales debajo del brazo. Está comprobado que son tropiezos que en nada contribuyen en una sociedad con hondas raíces de pasados siglos.
La versión antagónica: David Collado Morales, auspiciado por una poderosa élite económica nacional, desechó el vocinglerismo propio del senador peledeísta de Elías Piña, Yván Lorenzo Suero, y corroboró con los razonamientos harto reflexivos y conceptualizados del ex ministro de Economía, el también morado Juan Ariel Jiménez.
Collado se aferró, sumisamente, al ultra-conservadurismo y al utilitarismo estatal. Y, cayendo donde lo lleve la brisa, debutó como emprendedor en un programa de televisión, se postuló y ganó con buena puntuación como diputado (2010-2016) y alcalde (2016-2020). Actualmente se desempeña como ministro de Turismo, con buen average en las tres posiciones.
Más que clavar la espada, denostar, denunciar y criticar con mal aire, arrima más el hombro en la carrera política la presentación de obras comunitarias, económicas y sociales. Dar la mano caritativa hace caldo gordo.
A Collado le han dado un extraordinario impulso su labor legislativa, en el espinazo de proyectos de leyes cónsonos con los vientos de la economía nacional, el emprendurismo, el turismo, la juventud, la cultura, los deportes, la mujer y otros sectores; la remodelación de plazoletas y monumentos, parques, arboledas, mercados públicos, puentes vehiculares y peatonales; la construcción de canchas y los respaldos al baloncesto, béisbol, voleibol y tenis. Ha sido distinguido por instituciones nacionales y exteriores.
Este joven empresario se inscribe en la filosofía secular, que fomenta el pragmatismo común y la preservación de los principios y valores ancestrales o del pasado, así como diminutas reformas socio-políticas del Estado. En esta doctrina político-cultural confluyen la flor y nata productiva y extensas porciones poblacionales sumergidas en la pobreza y el retardo.
Esas creencias y costumbres tradicionalistas han hegemonizado la vida republicana, desde Pedro Santana, Buenaventura Báez, Ulises Heureaux (Lilís), Horacio Vásquez, Rafael Leónidas Trujillo y Joaquín Balaguer. Ellos han sido favorecidos por el elector que se adhiere al Estado-bienestar, el liderazgo mesiánico, las normas de convivencia atávicos/remotas, la espiritualidad, la moral religiosa y la moderación.
Si ponen en mis manos una boleta electoral con los nombres de Gómez Mazara y Collado, escojo al primero, lógicamente, reconociendo los aportes del segundo. Ahora bien, en las encuestas nacionales sobre preferencias electorales, Gómez Mazara no marca, mientras que el porcentaje de Collado sobrepasa el 50%. Compiten el discurso aguerrido y el trabajo productivo, que aventaja con creces.
Estas abstracciones, inducciones y percepciones resultarían rentables no solo para Gómez Mazara en ulteriores torneos electorales, si las escucha, sino para todos los políticos, especialmente los aspirantes presidenciales. La gente valora más el accionar que la retórica, y últimamente el comportamiento ético, los esfuerzos en la barrera de las adversidades difíciles de resolver de un soplón, y la rendición de cuentas. Aprecian y cautivan más la sencillez, la sinceridad, la flexibilidad, la pluralidad y las iniciativas en la cubierta de la modestia.
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