Gobierno de ricos que no saben buscar votos

Danilo Cruz Pichardo
danilocruzpichardo@gmail.com

Los empresarios dominicanos, sobre todo aquellos que han construido fortunas económicas basadas en la ejecución de proyectos, en el trabajo y pagando los impuestos y aranceles correspondientes, merecen admiración y respeto de sus conciudadanos.
Gracias a sus iniciativas de crear, manejar y gerenciar, en un sistema que estimule la inversión de capital, se contribuye con el desarrollo del país, como también cooperan los medianos, pequeños y microempresarios.

De igual modo ayudan al desarrollo de la población los profesionales de las distintas áreas científicas, en un mundo donde hoy día se considera que la mayor riqueza descansa en el conocimiento. Los propios empresarios generalmente tienen grados y post grados de  universidades nacionales y extranjeras. Su éxito empresarial depende en gran medida de su formación académica.
Es innegable asimismo el aporte que hacen a la sociedad los obreros. Inclusive los propios trabajadores informales, los que se buscan la comida mediante “el día a día,” contribuyen con la dinámica económica de la sociedad dominicana.
Las sociedades son amplios abanicos de clases. Y la dominicana no es la excepción, por lo que históricamente los gobiernos bien intencionados y equilibrados utilizan a los hombres y mujeres más competentes para el desempeño de las posiciones estatales, indistintamente de clase social.

Creer que la militancia del PRM carece de escolaridad y de honestidad es un desatino y una ofensa imperdonable. Desde inicio de la presente gestión se observó desprecio y rechazo hacia los militantes de esa entidad política.
Sin embargo, en el PRM también hay profesionales y técnicos formados en todos los campos del conocimiento. Y son dominicanos con defectos y virtudes similares a los de aquellos que integran a los demás partidos políticos. Además, no se ha comprobado que los adinerados –porque supuestamente no necesitan–  sean más serios que aquellos de clases media y baja, infeliz argumento considerado para realizar un gobierno de élite. Los palos que los ricos dan desde el Estado son grandes.
No es un secreto que tradicionalmente las organizaciones políticas realizan campaña electoral con los aportes económicos de empresarios. Y cuando un candidato gana, al ascender al poder, ofrece facilidades a los hombres de negocios en el pago de impuestos y aranceles.
Para tales fines los directores de Impuestos Internos y de Aduanas disponen de los rejuegos correspondientes (que son legales) para la asignación de tarifas. Y eso no es corrupción.
De ahí a designar a un gabinete, conformado por un 95% de empresarios inversionistas de campaña, la diferencia es grande, muy grande, máxime cuando se colocan en las mismas áreas en que se desenvuelven en el sector privado, generando serios conflictos de intereses.
Todavía peor: se hicieron compromisos en desmedro del interés del Estado, como en efecto se hizo con alguien que ya no es ministro, para solo mencionar un caso. Él renunció, pero dejó su sucesor que también es un hombre del empresariado.
De todas maneras, el presidente de la República es el jefe de la administración pública. Constitucionalmente es el único que está facultado a emitir decretos. Y Luis Abinader posiblemente se ha dado un gobierno a su imagen y semejanza.
Como empresario al fin se ha hecho acompañar de empresarios, porque es la clase en la que cree, pero ahora se le presenta el dilema de los procesos electorales y a su lado no se observan personas con la experiencia política necesaria para buscar los votos que  necesita.
¿Cuál de los ministros empresarios usted se lo imagina en los callejones de los barrios pobres del Gran Santo Domingo, provincias y municipios del país buscándole votos a Luis Abinader?
Y como los dirigentes del PRM no calificaron para ocupar puestos públicos, porque son brutos y mañosos,  se supone que también están descalificados para volver a realizar campaña electoral, por lo menos a favor del hombre que los ultrajó

El Motín

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