Los revolucionarios de todo el mundo celebran este viernes el aniversario 95 del natalicio del líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro, un símbolo universal de las ideas emancipadoras y de la lucha anticolonialista y antiimperialista.
Fidel es un referente del pensamiento marxista y de su aplicación creadora en Cuba una nación que, pese a ser pequeña y pobre, devino antorcha a la sombra tenebrosa del imperio.
Mucho se conoce del hombre que en 1959 condujo al triunfo del movimiento de masas que más tarde el definió como “una Revolución de obreros, campesinos y estudiantes”. Sin embargo resultan menos conocidas otras facetas de su vida que acercaron su capacidad transformadora al pueblo.
Estudiante inquieto e indagador
Fidel Castro fue un estudiante inquieto e indagador. Su pasión por la lectura y el saber, modelaron su capacidad para profundizar y formarse una idea integral de los procesos sociales e históricos.
En el álbum de graduados del Colegio de Belén, en La Habana, donde Fidel estudió entre 1942 y 1945, se expresa que “se distinguió siempre en todas las asignaturas relacionadas con las letras”.
Pasión por el deporte
También lo acompañó toda su vida la pasión por el deporte. En el libro de graduados de Belén se puede leer que “fue un verdadero atleta, defendiendo siempre con valor y orgullo la bandera del Colegio. Ha sabido ganarse la admiración y cariño de todos”.
Lo atraían el baloncesto, el béisbol y la natación. También se le recuerda disputando partidas de ajedrez. Consideraba que el ejercicio físico fortalecía la salud y el carácter.
Fiel a su premisa del deporte como derecho, creó un sistema de instalaciones deportivas y una sinergia entre deporte y educación que ayuda a entender que una nación sometida a un feroz bloqueo de Estados Unidos tenga 84 títulos olímpicos, muy por delante de países como España y Brasil.
Solidaridad y humanismo
Nicolás Maduro lo llamó alguna vez “la solidaridad compartida que hoy abraza a los pueblos del mundo”. Y para entender la frase bastaría con ver a Fidel entre centenares de combatientes de Vietnam a los que visitó en septiembre de 1973, en medio de la guerra de liberación contra el invasor estadounidense.
Ningún otro gobernante y estadista corrió el riesgo de viajar a aquel sitio. Faltaban aún dos años para la caída de Saigón y ya Fidel avizoraba que el pueblo vietnamita quebraría el espinazo al “país imperialista más poderoso industrialmente, más poderoso militarmente y más poderoso económicamente”, según sus palabras.
Huella internacionalista
Frente a la política intervencionista e injerencistas que envían soldados y cañones a cualquier rincón del mundo, Fidel envió médicos adonde los más necesitados. Desde los años iniciales de la década de 1960, unos 420.000 profesionales de la salud cubanos han brindado asistencia en más de 120 países.
Singular y única resultó la atención brindada entre 1990 y 2011 a más de 26.000 niños de Rusia, Belarús y Ucrania aquejados de severos padecimientos tras el accidente nuclear de Chernóbil (abril de 1986).
Fidel se interesaba personalmente por ellos, en muestras de cariño que multiplicaba entre los niños y jóvenes cubanos, a quienes confió desde fechas tempranas el futuro de la Revolución y las más importantes tareas.
Solo entre 2015 y 2018, Cuba llegó a desplegar más de 50.000 médicos, enfermeros y otros técnicos en 68 países de América Latina, África y Asia.
Evocaciones desde la Patria Grande
Como dijo el expresidente de Ecuadir, Rafael Correa tras el deceso de Fidel, con él Cuba construyó no las murallas que erigen los imperios, sino baluartes de dignidad, respeto e internacionalismo.
Evo Morales dijo que Fidel puso a Cuba en el mapa del mundo luchando contra la política del imperio, mientras que el mundo reconoce a Fidel como una epopeya inalcanzable en tiempos de soledad para toda la humanidad.
Hugo Chávez, a quien lo unió una gran amistad, lo calificó de “César de la dignidad y del socialismo” y lo llamó “un padre, un compañero, un maestro de la estrategia perfecta”.
Otro amigo entrañable, Gabriel García Márquez, dijo alguna vez que Fidel halló en José Martí su autor de cabecera y tuvo el talento de incorporar su ideario al torrente sanguíneo de una revolución marxista.
Maradona lo llamó el más grande de la historia y se tatuó su rostro en su pierna izquierda, mientras que en su brazo derecho llevaba tatuada una imagen del Che Guevara. En una misiva, Diego le confesó un día: «Fidel, si algo he aprendido contigo a lo largo de años de sincera y hermosa amistad, es que la lealtad no tiene precio».
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