Durante demasiados años, Juan Carlos I ha sabido presentar a la ciudadanía un impostado carácter personal cercano siempre a la simpatía, a la sencillez, a la solidaridad y a un acercamiento hacia sus súbditos.
Sin embargo, su verdadera personalidad terminaba por salir, cual Bruce Banner, estallaba de la forma más imprevista y sacaba a relucir su verdadero «Yo»: una descarnada personalidad muy poco agradable y presta siempre al ataque más inmisericorde. Un ejemplo de ello lo tuvimos en una recepción oficial en la que, celoso por la falta de atención de los periodistas que se centraban en un ministro del Gobierno, contestó a gritos a los requerimientos de la reina Sofía para que no abandonara el salón: «¡Ni Juanito ni hostias!».
Esta agresión verbal a su esposa pasó a la física en otro momento, según confesó al abogado Antonio García-Trevijano quien fuera la mano derecha de Juan Carlos de Borbón desde 1977 hasta 1993: Sabino Fernández Campo. En esa conversación, éste describió varios aspectos de lo difícil que era trabajar con una persona con una persona irascible cuando se la contraría.
El jurista le contó la confesión del ex jefe de la Casa Real a periodista Enrique de Diego: «me contó cosas horribles de las relaciones entre el rey y la reina, no me prohibió que las contara, pero son tan duras, íntimas y violentas que yo mismo tengo el pudor de no decirlo. Después hubo una reconciliación, en años posteriores, pero en el momento en que le hizo esa faena», afirmó García-Trevijano.
De acuerdo a una publicación, cuando comentaba «esa faena» el abogado hacía referencia una agresión del rey Juan Carlos a la reina Sofía durante una fuerte discusión que se produjo delante de Sabino Fernández Campo. Todo sucedió en un almuerzo en el que el rey emérito le tiró a la cabeza un plato, algo que, según el jefe de la Casa Real, le hizo mucho daño a la reina.
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