Parecía cuestión de tiempo, y ya está aquí: China ha desvelado uno de los desarrollos tecnológicos más inquietantes de los últimos años junto a sus misiles con IA y el esperado caza de sexta generación con el que piensa luchar contra EE.UU.
Se trata de un dron del tamaño de un mosquito, una pieza de ingeniería que parece salida de una película de ciencia ficción, pero que es muy real. Mide lo mismo que una falange y está diseñado para misiones de reconocimiento en entornos urbanos donde pasar desapercibido no es solo una ventaja, sino una necesidad.
China presenta un microdron del tamaño de un mosquito: parece un insecto, pero espía como un satélite
El invento ha sido desarrollado por la Universidad Nacional de Tecnología de Defensa (NUDT), institución estrechamente vinculada al ejército chino, y ha sido presentado en sociedad a través del canal estatal CCTV-7, especializado en asuntos militares. El dispositivo vuela, planea y se posa con la delicadeza de un insecto real, gracias a su diseño biomimético: alas, patas diminutas y una estructura que imita a la perfección el exoesqueleto de un mosquito.
Pero lo verdaderamente importante aquí no es solo su aspecto. Esta pequeña maravilla representa la nueva frontera de la miniaturización militar. Aunque todavía enfrenta obstáculos técnicos en cuestiones como autonomía, carga útil y comunicaciones —problemas comunes en este tipo de dispositivos—, su mera existencia deja claro por dónde va el futuro de la guerra encubierta: hacia el silencio, lo invisible y lo casi imperceptible.
No es un caso aislado. En Noruega, el ejército ya emplea el Black Hornet, un microdron operativo que cabe en la palma de una mano y sirve para misiones tácticas en el campo de batalla. Harvard lleva más de una década desarrollando RoboBee, una versión civil orientada a tareas como la polinización o la vigilancia agrícola. Y en California, hace apenas unas semanas, se presentó el robot más pequeño del mundo, una hazaña en sí misma.
Por ahora no se sabe si el dron mosquito chino está listo para su producción en masa. Pero su presencia ya sugiere una conclusión inquietante: el espionaje del futuro no solo será digital, sino también físico, sigiloso y prácticamente invisible. La pregunta no es si veremos uno sobrevolando nuestras cabezas sino si sabremos reconocerlo a tiempo.