América no es el continente más grande del planeta —un título ostentado por Asia, que ocupa un 29,4% de la superficie terrestre—, pero sí el más longitudinal. La distancia entre su punto más boreal y su punto más austral es de aproximadamente 15.800 kilómetros, lo que convierte a esta colosal masa de tierra en una barrera natural e impenetrable (desde el punto de vista de la navegación) que separa al océano Atlántico del Pacífico, y viceversa.
Esta segunda condición obsesionó a los exploradores europeos que se aventuraron, entre los siglos XVI y XIX, a circundar el continente, llamado Nuevo Mundo por los conquistadores, Indias Occidentales por los españoles y portugueses y, más adelante, América. Y es que, para entonces, las únicas opciones para cruzar de un océano al otro por vía acuática eran el estrecho de Magallanes y el cabo de Hornos, ambos en el extremo sur de Chile.
No fue hasta 1914 cuando se hizo realidad el anhelo de crear un paso artificial que facilitase esta ruta, con la inauguración del canal de Panamá: una construcción considerada la mayor obra de ingeniería civil del siglo XX, que ahora se encuentra de nuevo en el foco por el interés de Donald Trump, Presidente de los Estados Unidos, en recuperar su soberanía sobre él. ¿Cuál es la historia de esta vía fluvial tan controvertida?
De Núñez de Balboa a Ferdinand de Lesseps: de la idea a la acción
Lejos de lo que pueda parecer por su año de debut, la idea del canal de Panamá estuvo gestándose durante siglos, lo que le añade una capa más de relevancia. Concretamente, fue el rey Carlos V de España quien ordenó a Vasco Núñez de Balboa, el gobernador regional de Panamá, en 1534, un primer estudio —sin resultados contundentes— sobre la viabilidad de construir una ruta canalera a través del Istmo, décadas más tarde de que este lo cruzara y descubriera que tan solo una delgada porción de tierra separaba los dos océanos.
mérica no es el continente más grande del planeta —un título ostentado por Asia, que ocupa un 29,4% de la superficie terrestre—, pero sí el más longitudinal. La distancia entre su punto más boreal y su punto más austral es de aproximadamente 15.800 kilómetros, lo que convierte a esta colosal masa de tierra en una barrera natural e impenetrable (desde el punto de vista de la navegación) que separa al océano Atlántico del Pacífico, y viceversa.
Esta segunda condición obsesionó a los exploradores europeos que se aventuraron, entre los siglos XVI y XIX, a circundar el continente, llamado Nuevo Mundo por los conquistadores, Indias Occidentales por los españoles y portugueses y, más adelante, América. Y es que, para entonces, las únicas opciones para cruzar de un océano al otro por vía acuática eran el estrecho de Magallanes y el cabo de Hornos, ambos en el extremo sur de Chile.
No fue hasta 1914 cuando se hizo realidad el anhelo de crear un paso artificial que facilitase esta ruta, con la inauguración del canal de Panamá: una construcción considerada la mayor obra de ingeniería civil del siglo XX, que ahora se encuentra de nuevo en el foco por el interés de Donald Trump, Presidente de los Estados Unidos, en recuperar su soberanía sobre él. ¿Cuál es la historia de esta vía fluvial tan controvertida?
De Núñez de Balboa a Ferdinand de Lesseps: de la idea a la acción
Lejos de lo que pueda parecer por su año de debut, la idea del canal de Panamá estuvo gestándose durante siglos, lo que le añade una capa más de relevancia. Concretamente, fue el rey Carlos V de España quien ordenó a Vasco Núñez de Balboa, el gobernador regional de Panamá, en 1534, un primer estudio —sin resultados contundentes— sobre la viabilidad de construir una ruta canalera a través del Istmo, décadas más tarde de que este lo cruzara y descubriera que tan solo una delgada porción de tierra separaba los dos océanos.
Y no existía para llevar a cabo dicha hazaña un personaje más idóneo que Ferdinand de Lesseps, un diplomático francés que en 1869 había hecho realidad un sueño de más de 4.000 años de antigüedad: el canal de Suez, que conectó por fin el mar Mediterráneo con el mar Rojo. Esta experiencia previa lo convirtió en prácticamente el único candidato para poner en marcha el proyecto en Panamá, país que hasta 1903 fue un departamento más de Colombia.
El papel de Estados Unidos en el Canal de Panamá
El primer esfuerzo de construcción llegó en la década de 1880, tras un acuerdo entre Lesseps y el gobierno de Colombia: la obra, que consistía no solo en excavar el paso de agua sino también en instalar un sistema de esclusas —una especie de compartimentos para salvar la diferencia de niveles entre el Pacífico y el Atlántico—, contó con la participación de Gustave Eiffel. Así, salvo por la mano de obra, fue que se convirtió en un proyecto puramente francés. El 14 de abril de 1977, el Presidente Carter pidió un tratado para que el Canal de Panamá sea accesible a todas las naciones.
En 1889, sin embargo, el plan se torció. El aumento de casos de fiebre amarilla y malaria, la escasez de fondos y un escándalo que implicó sobornos a políticos y a periodistas para el apoyo de la iniciativa —conocido como Escándalo de Panamá o Escándalo de Lesseps—, provocaron que la obra quedara paralizada. Al menos, hasta que entrara Estados Unidos a la escena.
En palabras de la autoridad del Canal de Panamá, en 1903 el gigante norteamericano despertó interés por el proyecto —un interés también relacionado con las intenciones separatistas de los panameños— y firmó con el gobierno de Colombia un acuerdo para comprar a la Compañía Francesa del Canal de Panamá sus derechos y propiedades por 40 millones dólares: ahí fue cuando comenzó su construcción definitiva, que se extendió por unos 10 años.
Su inauguración coincidió en año con el estallido de la Primera Guerra Mundial, y ello ayudó a que el comercio internacional, en un escenario convulso, se oxigenara. Sin embargo, mientras que el acuerdo fue firmado cuando el Istmo todavía formaba parte de la geografía colombiana, en el momento de ponerse en marcha el contexto era completamente distinto: Panamá era ya un país independiente y, como tal, comenzó a reclamar el canal frente al control de Estados Unidos.
La acción, por supuesto, obtuvo una respuesta negativa de la oposición. De hecho, el republicano Ronald Reagan dijo en una conferencia, cuando todavía era gobernador de California: «Pagamos por el canal, es nuestro y no se discute». Palabras cuyo eco ha vuelto a sonar en la Casa Blanca, casi cincuenta años después.
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