Así salvan la economía los inmigrantes

Paul Krugman

Aunque muchos políticos nunca lo admitirán, actualmente la economía de Estados Unidos está funcionando mucho mejor de lo que la mayoría de los analistas preveían. Seguimos añadiendo puestos de trabajo a buen ritmo, y aunque la inflación continúa inaceptablemente alta, es probable que baje. ¿Cómo lo estamos consiguiendo?

Seguramente las razones son múltiples, pero puede que no hayan oído hablar de un ingrediente de la salsa especial de la economía: un repentino y saludable repunte de la inmigración neta, que en 2022 se disparó a más de un millón de personas, su nivel más alto desde 2017. No sabemos si este aumento va a durar, pero ha sido de gran ayuda. Es una exageración, aunque verdad en parte, que los emigrantes están salvando la economía de Estados Unidos.

En cuanto a esa economía: a pesar de la pronunciada subida de los tipos de interés, el mercado laboral mantiene su fortaleza con obstinación, y el mes pasado sumó 236.000 empleos. La ocupación no solo se ha recuperado con asombrosa rapidez de la recesión de la covid, sino que está superando los pronósticos anteriores a la pandemia. En su Previsión Presupuestaria y Económica para 2020, publicada justo antes de la crisis sanitaria, la Oficina Presupuestaria del Congreso predijo que la economía estadounidense crearía dos millones de empleos en los siguientes tres años. En realidad, hemos añadido más de tres millones.

En el confuso ambiente político actual, las buenas noticias a menudo se consideran malas. La Reserva Federal está intentando ralentizar la economía, quizá hasta provocar una recesión, para bajar la inflación. Así que las sólidas cifras de empleo deberían considerarse preocupantes, un anuncio de que la inflación va a empeorar.

Pero no parece que eso vaya a ocurrir. El debate entre los economistas que hurgan en las entrañas de los datos sobre salarios y precios buscando augurios para el futuro es soporífero incluso para los que se supone que nos ganamos la vida con esto. Sin embargo, en general parece que, si acaso, la inflación está retrocediendo a pesar de la tórrida creación de empleo.

¿Cómo es posible?

Observemos la economía estadounidense de los últimos tres años desde 9.000 metros de altura. La historia es la siguiente: ante una pandemia que paralizó temporalmente gran parte de la actividad económica, el Gobierno federal respondió con enormes programas de ayuda a los trabajadores despedidos y a las empresas en apuros, entre otros.

Esos programas mitigaron en gran medida lo que podrían haber sido graves dificultades económicas, pero mantuvieron o aumentaron la capacidad de la población de comprar bienes y servicios en una época en que la capacidad de la economía para suministrar esos bienes y esos servicios se había visto reducida por las perturbaciones relacionadas con la pandemia. El resultado fue la inflación.

Ahora muchas de esas perturbaciones se han resuelto; la mayoría de los estrangulamientos de la cadena de suministro se han deshecho, y los grandes paquetes de ayuda van quedando atrás. Pero hasta hace muy poco, mucha gente sostenía que la covid había causado daños duraderos a la economía estadounidense y había reducido la oferta potencial de mano de obra.

Por ejemplo, en noviembre Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, pronunció un discurso en el que afirmaba que seguían “faltando” millones de trabajadores con respecto a las previsiones anteriores a la crisis sanitaria. La enfermedad había mermado directamente la oferta de mano de obra al acabar con unos 400.000 posibles trabajadores, mientras que los síntomas de la covid persistente impedían trabajar a muchos más. Powell afirmaba también que otra consecuencia de la pandemia había sido la jubilación anticipada de millones de trabajadores mayores que es improbable que se reincorporen a la fuerza laboral. Por último, hizo hincapié en la fuerte caída de la inmigración neta.

Pocos meses después, muchas de sus preocupaciones, aunque no todas, parece que eran infundadas. Los datos no corroboran las historias sobre jubilaciones anticipadas: la participación en la mano de obra de los estadounidenses de entre 55 y 64 años ha vuelto a los niveles anteriores a la covid.

Como he dicho, la inmigración ha experimentado un verdadero repunte. Los inmigrantes recientes son en su inmensa mayoría adultos en edad de trabajar. Según los datos del censo, el 79% de los residentes nacidos en el extranjero que llegaron después de 2010 tienen entre 18 y 64 años, mientras que en el conjunto de la población este porcentaje es del 61%. Así pues, es probable que el aumento de la inmigración haya contribuido de manera significativa a la capacidad de la economía de mantener un rápido crecimiento del empleo sin una inflación galopante.

Es decir, la inmigración ha ayudado a limitar los efectos adversos a corto plazo del elevado gasto asociado a la pandemia. ¿Y a largo plazo?

Desde esta perspectiva, los argumentos a favor de más inmigración son incluso más sólidos. Las preocupaciones sobre la futura situación financiera de Estados Unidos se deben en gran medida al aumento de la tasa de dependencia de la tercera edad, que tiene en cuenta el creciente porcentaje de ancianos en relación con la población adulta total, ancianos y personas en edad de trabajar incluidos. Si definimos la edad laboral como la comprendida entre los 18 y los 64 años, la tasa de dependencia de la tercera edad en Estados Unidos —calculada a partir de los mismos datos censales— es del 27,5%. En el caso de los residentes nacidos en el extranjero, el porcentaje es tan solo del 5,8%. Básicamente, los nuevos inmigrantes ingresan recursos en el sistema, pero no extraerán de él demasiadas prestaciones hasta dentro de muchos años.

Por lo tanto, desde el punto de vista económico el resurgimiento de la inmigración es positivo. Y un sistema político racional que no se dejara engañar por falsas afirmaciones sobre inmigración y delincuencia vería con buenos ojos una recuperación sostenida de la llegada de emigrantes.

Paul Krugman es premio Nobel de Economía.

El Motín

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