Miguel Mejía, secretario general del Movimiento de Izquierda Unida (MIU).

Miguelón Mejía…toda una historia

Por Rolando Robles

Para cuando lo conocí, cerca de una década después de la revuelta de abril, ya yo sabía que la Dictadura del Proletariado no tenía sentido para mí. De hecho, mantuve una relación pasiva con casi todos los grupos de tendencia socialista, pero privilegiaba emocionalmente, “el pensamiento luminoso” del camarada Pin. Esto me puso en una situación de antípodas -dentro del espectro de izquierdas- a Miguelón, que era mucho más joven que yo y supuestamente “revisionista”, como lo fueron Carlos Dore y doña Consuelo Despradel, entre otros prominentes dominicanos.

En realidad, nunca llegamos a ser “amigos”, ni “conocidos” siquiera, pero tampoco nos enfrentamos en aquellas absurdas luchas que marcaron las dos décadas perdidas del movimiento pro socialista dominicano y eso es algo que yo valoro mucho. Sin embargo, he seguido de cerca su carrera como adulto en la política y consigo aquilatar, además, su fidelidad a las convicciones y creencias que motivaron su más de medio siglo de militancia revolucionaria, algo que yo jamás experimenté de manera personal.

Esto que relato viene a cuento porque debo dejar sentado que no he tenido contacto alguno con Miguelón, ni comparto siempre sus pareceres políticos. Pero reconozco su lucha por lo que él considera justo y lo especial del trabajo que ha realizado para el Estado dominicano a lo largo de cuatro diferentes administraciones. Es un trabajo que demanda confianza, responsabilidad y la mayor capacidad de transmitir ideas ajenas y disposición para construir vías de entendimiento entre líderes de naciones diferentes.

Esa actividad de comunicación informal a veces, entre gobernantes y personalidades de distintos países, ha estado presente a lo largo de la historia, en tiempos de guerra y en tiempos de paz. Ordinariamente, tales labores están a cargo de los embajadores y demás funcionarios diplomáticos acreditados por los estados envueltos. Sin embargo, hay ocasiones en que los contactos se hacen a través de “personas especiales” que, como Miguel Mejía, inspiran confianza a los interesados, por las razones que fueren.

Me ha llamado la atención y motivado hacer esta confesión personal, el hecho de que en este momento Miguelón se encuentra en una incómoda posición pública, donde hay comunicadores, tan gobiernistas como yo, algunos de ellos cobrando en las nóminas del Estado, que quieren hacer trizas del indómito servidor público que es Miguel Mejía. Y con ese fin hasta desconocen normas elementales de la metáfora como, herramienta del hablar cotidiano.

Cuando Miguelón dice que el señor Celso Marranzini, Zar de la Electricidad en RD, actúa, o es como un “perro huevero, que come huevos, aunque le quemen el hocico”, no está diciendo ni que don Celso sea un perro, tampoco que coma huevos -algo que él posiblemente si hace- y mucho menos que le quemarán el hocico. Esta metáfora, usada a modo de refrán, parece ser de origen mexicano o español y significa “que alguien es reiterativo en cometer algún delito o hecho censurable”.

En realidad, yo desconozco los hechos que avalan la opinión de Miguel Mejía sobre Celso Marranzini y no trataré de justificarlos o negarlos; eso parece que será asunto a verse en los tribunales, y ojalá que se pudiera evitar. Lo que si me extraña es el coro de comunicadores que piensa que Miguelón ofende al señor Marranzini llamándole perro y raudos acuden en su defensa; defensa que resulta tan innecesaria como ridícula.

Pero el ridículo mayor lo hacen aquellos que piden a Miguel Mejía que renuncie al cargo porque contraviene la opinión del Presidente, sobre el caso de Venezuela; y los mas temerarios hasta amenazan con pedirle a Luis Abinader, que cancele a Miguelón, olvidándose de que el Presidente sabe muy bien lo que piensa su ministro sobre el susodicho caso del gobierno venezolano. También olvidan o desconocen que a los presidentes no les produce ninguna gracia, que sus funcionarios les digan lo que debe hacer sin haberles preguntado; y menos públicamente.

Lo que si pudiera tener consecuencias, se demuestre o no, es que Celso Marranzini haya cometido actos contradictorios con la ley. En cualquier caso, uno de los dos funcionarios morderá el polvo de la derrota. Y ese ruido, en modo alguno favorecerá al gobierno de Abinader, especialmente en este período de solidificación de sus logros y avances; por ello, es imperativo que se termine esa discusión.

En este punto del relato quiero hacer algunas precisiones con relación a esta nota y a mi valoración sobre Miguel Mejía. Lo primero es que escribo porque creo que Miguelón es un hombre serio, responsable y productivo; y en segundo, lugar porque un amigo en común me lo solicitó.

Miguelón es en mi opinión, un hombre que se rediseñó a sí mismo, rompiendo con la trayectoria que siguió la mayoría de los izquierdistas. En ese nuevo rumbo se encaminó hasta convertirse en un “hombre de Estado”, sirviéndole al país al margen del gobierno de turno y siempre pensando en el interés nacional.

Incluso, cuando su condición física lo demandó, tomó la decisión correcta y ello le ha permitido mantenerse en el censo nacional y trabajando por los mejores intereses de su país.

¡Larga vida Camarada!

¡Vivimos, seguiremos disparando!

(Tomado del digital El Faro Latino)

El Motín

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