Por Fernando A. De León
En República Dominicana, solo jóvenes ligados al micro-tráfico son capaces de asesinar a un contrario que obstruya una venta, no haya “honrado” alguna deuda, u otro tipo de desavenencias.
Para bienestar del país, sus gobiernos de turno y la población, hasta el momento en República Dominicana los capos solo se han limitado, públicamente, a denunciar y demandar que se les pague los dineros que han aportado en campañas electorales. No es necesario citar ejemplos.
Se da el caso de que en nuestro país, narcos a otra escala, aunque con otras intenciones, sobre todo, quieren ser políticos; no osan asesinar a uno de nuestros “líderes”. Y son muy localistas. Pero si se diera el caso, no sería un crimen político. Si proviene del narcotráfico sería asesinar a un político, que según nuestro criterio, no es igual.
En Nueva York, con relación al asesinato del candidato presidencial de Ecuador, Fernando Villavicencio, en el que se especula habría participado el narcotráfico; el presidente Luis Abinader descartó que ello ocurra en República Dominicana y dijo que tiene “adversarios políticos, pero no enemigos”.
La pregunta debió ser más directa con respecto al narcotráfico, y la consideración de que esa tragedia podría indicar que el país tiene “su barba en remojo”. Astutamente, en su simple respuesta, como dice el común de la gente, Abinader “se la buscó”.
Entendemos que, obviamente, la interrogante involucraba la presunta participación del narco-tráfico, en la muerte de Villavicencio. Abinader respondió cómodamente y sin mayores perturbaciones, limitándose a hablar de sus contrarios en la política.
Al margen de lo que ya sabemos: ¿hay ahora en República Dominicana narcotraficantes que luego de, presuntamente, financiar a un candidato presidencial u otro cualquier político, se sientan traicionados? La respuesta resulta un tanto riesgosa y complicada.
Finalmente, entendemos que debido a que los capos dominicanos son, hasta cierto punto “benignos” y, además, los contrarios políticos son amigos y se entienden; ello contribuye a mantener la paz política y el ritmo de ciertas injusticias sociales.
*El autor es periodista, miembro del CDP en Nueva York, donde reside.
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