Oscar López Reyes
A poquísimos días de las votaciones del domingo 19 de mayo del 2024, el padrón, las boletas, sellos, tintas y las actas ya están en poder de los representantes de los colegios electorales, y zumba la publicidad electo-motivacional. Esa efectiva operatividad testifica que la Junta Central Electoral ha cumplido estrictamente el cronograma de trabajo que planificó, pero que ahora lanza una brumosa arenga incendiaria el expresidente Danilo Medina Sánchez, quien todavía no entendemos por qué no está tras las rejas en Najayo, por su involucramiento en escandalosas maniobras dolosas en el Estado.
La gestión gerencial del órgano de arbitraje declara que estamos preparados para el sufragio universal y augura un certamen exitoso, en vista de que ha realizado con ponderación las pruebas de cómputo y las telefónicas garantizan la seguridad en la difusión de los datos.
Merece resaltar que las encuestas revelan que más del 80% de los ciudadanos aprueba la labor de la junta electoral, lo que asevera que han tenido escaso efecto las malquerencias y ruidos de gladiadores políticos que están dando a entender que no los salva ni el mago Mandrake.
Igualmente han reconocido la gestión de la junta, los contendientes, instancias de la sociedad civil, órganos internacionales y la prensa, por lo que es válido aguardar que aunque rompan una o que otra caseta -si es que aparecen- no hayan inconvenientes mayores en las urnas, el conteo y la transmisión de los resultados.
Estas últimas horas han de ser para la reflexión profunda, actuar con cordura y pensar en el respeto a la voluntad popular. Ningún candidato debe declararse triunfador antes que la junta así lo dictamine, y los perdedores tienen que aceptar esos resultados sin pataleos y con decencia cívica.
La exhortación a romper casetas incidirá muy poco en la abstención electoral. Tradicionalmente, más o menos un 30% de los paisanos no vota, por sus firmes razonamientos, no se dejan seducir por los estímulos publicitarios ni por los discursos enardecidos, en virtud de que no actúan con el “corazón, los sentimientos ni las pasiones”.
Esos abstencionistas son el contrapeso del segmento de fieles y seguidores, que se olvidan de la razón, son influenciados por las estrategias afectiva, selectiva y racional, y accionan condicionados por las vibraciones simbólicas.
Viejos y jóvenes de las ciudades y los campos, de todas las clases y edades, no ejercen el sufragio disgustados por hechos vivenciales traumácticos y conductas aprendidas, y en protesta muda bajo el alegato de que los políticos no resuelven los problemas del país.
Estos desentendidos sociales, que no tienen voces pero sí más “votos” que algunos grupos minoritarios, indudablemente que exhiben ideas deformadas y con sus actitudes facilitan que sujetos sin principios ni valores ocupen posiciones legislativas y gubernamentales relevantes.
Los abstencionistas son, en definitiva, seres psicorrígidos, cargados de prejuicios, sin ideología, individualistas, con escasa o ninguna conciencia democrática, con poco sentido de responsabilidad ciudadana y sin fe en el futuro de la Nación. Por ellos, el país puede derrumbarse.
¿Se parecen los abstencionistas y los que subvierten la conciencia con violencia y dinero mal habido?
En los procesos electorales son muchos los que se meten un peso en el bolsillo y se llevan una miga de pan a la boca, y quienes ejercen ese nuevo estilo de liderazgo, procurando la mejoría para la mayoría, el juicio social se abalanza a su favor.
Mas que llamar a romper casetas en los recintos electorales, la articulación de programas sociales encampana como la más justiciera estrategia de marketing político y, bien cimbreada, maximiza la captación de adeptos, especialmente en las naciones apisonadas por la escasez de bienes de consumo y monetarios.
Trabajar por los deportes, la educación, la rehabilitación física, o por reducir o eliminar enfermedades es un majestuoso aporte que fortalece las normas socio-morales, honra y es un canal de doble conducto: dar y recibir.
Quien no ejecuta ese tipo de marketing filantrópico, llevándose del criterio de que así se promueve el paternalismo y se muerde el sentimiento de los humildes, los mismos pobres le reprochará con frases como “esos no dan ni dicen donde hay” (comesolos), y es castigado electoralmente.
El candidato que ayuda, trasciende y se perfila con un liderazgo refrescante y prometedor en su colectividad política. Evidentemente, la filantropía persuade, embruja en sus efectos compasivos, transforma en provecho del patrocinador, y hace ganar, no así los arrebatos de quien se sabe perdidoso y tira los últimos aletazos, como el tiburón herido.
Montado en la predicha retórica, la consigna del momento ha de ser: ¡votar, respetar y aceptar…!, para el triunfo de la mayoría y el robustecimiento de la democracia.
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