EE.UU.-Reuben Waithaka viajó 12.996 kilómetros para ver a su primer nieto graduarse del bachillerato en Alabama. Llegó de Kenya seis días antes con regalos sentimentales en su maleta: fotos desteñidas de su propio hijo de pequeño y camisetas con estampados africanos a juego para él, su hijo y su nieto.
Sin embargo, nunca tuvieron la oportunidad de estar juntos —tres generaciones de hombres— luciendo con orgullo conjuntos coloridos y similares.
A la mañana siguiente de su llegada a Estados Unidos, Waithaka salió de la casa de su hijo en Calera, Alabama, y desapareció.
La cámara del timbre de la casa captó al hombre de 72 años saliendo a la entrada a las 11:08 a.m., elegantemente vestido con pantalones caqui, una camisa a cuadros azul y blanca y zapatos negros.
Aproximadamente media hora después, las imágenes de vigilancia lo grabaron entrando en una gasolinera a casi tres kilómetros de distancia. Saludó al dependiente, se dirigió a un baño y salió por la puerta trasera, para no ser visto nunca más.
“Simplemente llegó. Y se fue”, dice su nieto, Byron Barua, de 17 años, quien se graduó cinco días después sin la presencia de su abuelo.
Siete semanas después, no hay rastro de Waithaka. La policía ha rastreado las zonas boscosas alrededor de Calera, una ciudad de unos 19.000 habitantes a unos 48 kilómetros al sur de Birmingham, utilizando helicópteros, drones, vehículos todoterreno, perros rastreadores y cámaras infrarrojas con sensor de calor.
Hasta ahora, no han encontrado nada.
“A veces me arrepiento de por qué les pedí a mis padres que vinieran a la graduación de mi hijo. Me pregunto: ‘¿Qué habría hecho diferente?’”, dice el hijo de Waithaka, Willington Barua. “Quizás si no los hubiera invitado, mi padre todavía estaría con nosotros”.
La familia ha rastreado los pasos de Waithaka y ha visto las grabaciones de vigilancia una y otra vez, buscando pistas. ¿Cómo es posible que un hombre de 1,65 metros y 72 kilos desaparezca a plena luz del día, en un país extranjero donde apenas conoce a nadie?
Han considerado la posibilidad de que Waithaka tuviera demencia no diagnosticada u otra afección desencadenada por el estrés de estar lejos de casa. No es raro que las personas con demencia se alejen de casa, especialmente cuando se encuentran en entornos desconocidos, según los expertos.
Debe estar muy asustado, dice su hija, Emily Barua, con la voz que se apaga al respirar profundamente.
“Quiero tener esperanza, de verdad”, dice. “Pero a veces me pregunto: ¿se quedó dormido en algún lugar con el calor y nunca despertó?”.
La familia ha repasado los momentos previos a la desaparición de Waithaka y se ha preguntado: ¿Pasaron por alto señales de que algo andaba mal?
No era él mismo en el vuelo a EE.UU.
En retrospectiva, Waithaka parecía inquieto durante su viaje a Estados Unidos. En ese momento, su familia pensó que solo se debía al agotamiento por el viaje de 18 horas, según su hijo.
El vuelo de sus padres despegó de Nairobi, la capital de Kenya, el 13 de mayo. Waithaka condujo su pequeño sedán hasta el aeropuerto, donde abordaron un vuelo de Lufthansa con escala en Frankfurt, Alemania, a Atlanta.
Justo antes de ir al aeropuerto, hizo su rutina habitual: recogió arena para el jardín, alimentó a sus cinco pastores alemanes y limpió su espacio. Había contratado a alguien para que cuidara de los perros mientras no estaban, comenta su hijo.
El vuelo a Frankfurt estuvo bien, pero las cosas empeoraron en el segundo tramo del viaje a Atlanta. Waithaka se volvió incoherente y agitado, y un auxiliar de vuelo tuvo que intervenir para ayudar a su esposa a mantenerlo sentado, según su hijo.
La inquietud de Waithaka no terminó después de aterrizar en Atlanta. Parecía confundido y se cayó y se lastimó la rodilla al intentar ir en sentido contrario en una escalera mecánica del aeropuerto, dice su hijo. La cojera que dejó tras la caída es visible en las imágenes de seguridad de la gasolinera.
Barua llevó a su padre a urgencias al llegar a Calera. Le dieron de alta a primera hora de la mañana después de que una tomografía computarizada de cabeza y algunos análisis de sangre dieran resultados normales, dice Barua.
Agotado por el jetlag y exhausto, Waithaka se duchó, tomó una siesta y desayunó huevos fritos con té. Luego salió. Su esposa lo siguió al principio, pero cuando regresó corriendo a cerrar la puerta del garaje, él ya no estaba, dice su hijo.
Su familia rogó para que dejaran de transportarlo
Waithaka recibió dos aventones de conductores después de salir de la casa de su hijo esa mañana, lo que le dio una ventaja considerable. Su familia cree que esos aventones lo cambiaron todo.
Los investigadores entrevistaron a las dos personas que lo llevaron, dice el jefe de policía de Calera, David Hyche. Waithaka primero le pidió a un vecino que lo dejara a ocho casas de distancia, pensando erróneamente que era la casa de su hijo. Allí, le hizo señas a un conductor de DoorDash y le pidió que lo llevara “a la ciudad”. El conductor se detuvo en una gasolinera y Waithaka le dijo que el lugar estaba bien, dice Hyche.
Su último avistamiento confirmado fue en la gasolinera, a las 11:43 a.m.
Un residente informó más tarde haber visto a alguien que coincidía con la descripción de Waithaka entrando a un club de caza cerca de la gasolinera. La mujer le dijo a la policía que Waithaka se arrastró bajo una puerta y desapareció en una zona boscosa, asegura Hyche.