Cristo de Puerto Plata.

Semana Santa, libertad de cultos y Constitución

Félix Caraballo

Con el advenimiento del cristianismo comenzó a valorarse la vida y a trabajar por el respeto a las personas humanas por considerarlas a “imagen y semejanza de Dios”. En Europa medieval en 1215 apareció la Carta Magna por los Estatutos de Oxford en 1258, fueron etapas decisivas en la conquista de libertades y esto puso de manifiesto en España en el siglo 9, en Inglaterra con la Constitución de Claredom (1164) la Carta Magna Libertatum (1215) donde el común denominador era la “Libertad individual y el territorio”.

En el caso de América del Norte, con la presencia de los primero pobladores denominados “Puritanos” en 1619, el primer congreso en Filadelfia en 1774 que redactó la Declaración de los Derechos Humanos, hasta producirse en 1776 la declaración de independencia de los Estados Unidos.

En Francia se comenzó a hablar de libertades a partir de la Reforma Alemana de 1517, las acciones de rey  Erique IV quien hizo cambios sociales para que Católicos y Protestantes pudieran disfrutar de libertades de igualdad y fraternidad hasta que en 1791 se produjo la Declaración del Hombre y del Ciudadano, que más tarde influyó en el país de Argentina,  la cual  abrazó las ideas de la Revolución  Francesa,  en su Constitución con sus reformas en 1853,1860,1894,1957, y 1994, han consagrado la libertad religiosa y de culto.

Actualmente la Libertad Religiosa en la República Dominicana es generalmente respetada y garantizada, a diferencia de otros países como Francia, España, Turquina, Estados Unidos etc.  El artículo 45 de la Constitución dispone la libertad de cultos y conciencia con una sujeción al orden público y a las buenas costumbres.

Es precisamente la Cuaresma, la evidencia de las libertades que posee el individuo de manifestar sus creencias hacia loa divino, tiempo en que los creyentes, la  dedican a la observancia de retiros, ejercicios espirituales, ayuno y oración, emulando el tiempo de Jesús en el desierto de las tentaciones.

La estación litúrgica comienza el miércoles de Ceniza y termina el jueves de la Semana Santa; como ocasión propicia para estudiar cómo alcanzar el estado más elevado de espiritualidad, lograr los deseos y metas, para satisfacer mejor la vocación de amar, servir a Dios, y al prójimo.

Es ideal es hacer introspección de nuestras almas, examinar la conciencia, ordenar la mente, escudriñar las acciones del pasado y decidir las normativas que regirán la conducta del presente, con el compromiso de seguir adelante, cimentando lo bueno y purificando las virtudes.

Tener máximo disfrute de la vida, la cual se traslada a los ríos, playas, balnearios y provincias, donde la gente se congrega para celebrar la existencia humana, compartir con aquellos que las múltiples ocupaciones del día a día distancian de nosotros.

Es una libertad para respirar el aire limpio y libre que las oficinas, centros de estudio y otras obligaciones nos roba. Para degustar uno de los postres más deliciosos del país: la habichuela con dulce. Para recordar y crear nuevas memorias.

En resumidas cuentas, la Semana Santa debe ser un momento culturalmente significativo, en el que muchas personas se le ofrece el momento para participan en actividades de esparcimiento con familiares y amigos, fortalecer así las relaciones, estableciendo los límites necesarios para evitar excesos y desenfrenos que puedan provocar accidentes y desvirtuar el propósito divino de la festividad.

Es oportuno la invitación a leer y meditar en la Biblia, a la oración en hermandad en vecinos, amigos, y relacionados. A pesar de los cambios y relajamiento de las tradiciones y costumbres de ayunar, orar y hacer actos de benevolencia, la Cuaresma es tiempo de introspección y espacio para ponderar en la vida de Jesucristo, su ministerio, su acción redentora y la esperanza que Él nos ofrece de tener vida abundante ahora y siempre. Gozar  y disfrutar esta libertad sin excesos.

El Motín

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