Luis Eduardo Aute, a la luna del Tepoztlán

La historia pudo ser escrita en prosa y contar sobre una noche de diablos borrachos, pero su autor fue un poeta, Luis Eduardo Aute, quien la hizo canción bajo la luna de Tepoztlán y así le dio las gracias a México.

Se trata de la joya “Cinco minutos”. En ella la noche es como un suave infierno de tipos que toman alcohol bajo la luna del pueblo mágico al sur de la capital mexicana a las faldas del Cerro del Tepozteco.

Aute, fallecido ayer sábado, no necesitaba componer canciones con México como escenario para ser más querido en un país, donde hace más de 40 años están agradeciéndole la estela de belleza dejada por sus canciones, poemas, pinturas y documentales.

“Vino a iluminarnos. En los años 80 conseguí en España un cassette con algunas de sus piezas y lo pasé entre 40 ó 50 amigos; entonces nadie había oído hablar de él; Aute fue un poeta que puso las palabras en su justo lugar”, aseguró este sábado a Efe el escritor mexicano Benito Taibo.

Es uno de los principales promotores de la lectura en México que se sabe de memoria las canciones de Luis Eduardo, a quien califica como un escritor de la cotidianidad, con obras del día a día como “Las cuatro y diez”, entre otras tantas.

Le resulta imposible elegir las mejores canciones del cantautor. Al vuelo menciona “Slowly”, “Al alba”, “Alevosía”, “De alguna manera” y “Sin tu latido”, y se le ocurre identificar a los que están a punto de cumplir 60 años con la obra “Me va la vida en ello”.

“Podría ser himno de mi generación que decidió jugar con fuego y nunca aceptó las reglas. Aute nos dio una suerte de manifiesto que los de mi edad han seguido al pie de la letra”, dice al referirse a la letra que pide al amor reconocer que no todo fue naufragar por haber creído que amar era el verbo más bello.

Aute solía repetir que América Latina era su segunda casa y en cuanto a México, lo consideró un lugar donde se sentía en familia y le servía para recargar las pilas.

“No sé si la equivalencia es justa, he dado menos de lo que me dan, yo solo he hecho canciones”, se quejó en una entrevista a Efe con esa humildad que lo hizo más entrañable entre sus amigos, sentimiento puesto en un papel por su cómplice Joaquín Sabina: “De cuates, empezar por él”.

Según Aute, su empatía con México no podía explicarse con palabras. “Los mexicanos rinden culto a la muerte y yo la menciono en muchas canciones, pero son muchas otras cosas que me unen a esta tierra”, dijo alguna vez.

En 2010 en un concierto íntimo en el Teatro de la Ciudad de México, Luis Eduardo intentó un acorde en su guitarra y al mover el codo derramó el tequila. Eso a veces le sucedía en alguna reunión en su hogar de Madrid. Así que siguió como si nada: México era otra de sus casas.

La última visita fue en diciembre de 2015, días antes de cumplir 72 años. En esa ocasión agradeció la entrega del premio Cervantes de literatura al mexicano Fernando del Paso y confesó a la agencia española de noticias ser más lector de poesía que de prosa.

Obsesionados con la muerte como son, este sábado los mexicanos adoradores del cantautor español creen que Aute nada más ha abandonado su cuerpo y para mantenerlo vivo solo deben hacer lo mismo de siempre: Cantar sus canciones o enamorar con sus poemas.

Taibo, cuya familia cobijó a Joan Manuel Serrat en su exilio en México, y luego recibió a Joaquín Sabina y a otros de su estirpe como Silvio Rodríguez, saca en cuenta que Aute nunca se sentó en su mesa.

Lo interpreta con una idea que resume el aura de eternidad que dejó Luis Eduardo en el país del Tepoztlán. “Tampoco Virginia Woolf ni Cervantes estuvieron en casa y por eso no dejaron de ser parte de la familia”, aseguró.

Redacción