Las prácticas de higiene en la Antigua Roma eran avanzadas y curiosas en comparación con el resto de la civilización de la época. En el centro de estas innovaciones estaba el uso de letrinas públicas, las cuales no solo permitían a los ciudadanos romanos disponer de un lugar común para hacer sus necesidades, sino que también promovían la higiene mediante sistemas de alcantarillado y limpieza. Las letrinas, ubicadas en los sectores más transitados de las ciudades, eran espacios de reunión social, donde se intercambiaban conversaciones y chismes, y en ocasiones, hasta se discutía sobre política o las noticias del día. A la hora de limpiarse, en vez de recurrir a un trozo de palmera o la mano, hacían uso del “tersorium” o “xylospongium” —una esponja marina unida a un palo de madera—, un invento que era lo más parecido al papel higiénico actual.
Algunos historiadores insisten en que se usaba para limpiar y no para limpiarse el culo
Este utensilio, sumergido en una solución de agua con vinagre, era compartido por todos los usuarios de la letrina. Aunque esta práctica era revolucionaria para la época, los baños romanos no estaban exentos de riesgos, pues las enfermedades podían propagarse rápidamente debido a la falta de higiene en ciertos lugares. Sin embargo, en baños mejor gestionados, el tersorium se desinfectaba después de cada uso, lo que reducía significativamente el riesgo de infecciones. Aunque en numerosas ocasiones se ha señalado que este utensilio incluso se compartía, hay historiadores que insisten en que ni siquiera se usaba para limpiarse las partes pudendas, sino para limpiar las letrinas como las escobillas que tenemos actualmente.
Agregar comentario