Los niños mienten por el interés, la fantasía y la baja autoestima

La Asociación Mundial de Educadores Infantiles ha realizado el documento ‘¿Qué podemos hacer para que el niño sea sincero?’ en el que explica las diversas causas posibles.

La imaginación y la dificultad para distinguir entre la fantasía y la realidad, intentar conseguir algo que les interesa o la baja autoestima son algunas de las razones más habituales por las que los niños pueden desarrollar tendencia a mentir, según la Asociación Mundial de Educadores Infantiles.

En un documento titulado ‘¿Qué podemos hacer para que el niño sea sincero?’, la organización de educadores señala también entre otras causas la necesidad de «llamar la atención de las personas importantes de su entorno», evitar un castigo o reprimenda, defenderse ante una amenaza o refugiarse en un «mundo de ficción» ante la falta de afecto. Aún así, señalan que también es posible que esté «imitando el comportamiento de personas que son significativas para él».

«De los tres a los nueve años es el período de tiempo en el que tienen lugar los momentos oportunos en los que el niño asimila con más facilidad el aprendizaje de hábitos relacionados con la sinceridad y el sentimiento de justicia –explican los expertos–. El niño de cinco años se encuentra en el período sensitivo de la sinceridad».

Además, a los seis años, es cuando «comienzan a comprender el valor moral de la verdad y pueden esforzarse por interiorizarlo aunque, en ocasiones, les cuesta bastante».

En este sentido, señalan la observación y la imitación como dos de las principales herramientas de aprendizaje del menor, junto con la exigencia de padres y maestros, para adquirir la sinceridad como un hábito, por lo que subrayan que los padres «deben enseñar al niño a ser sincero desde pequeño».

De hecho, el presidente de la asociación, Juan Sánchez Muliterno ha puesto de relieve la virtud de la sinceridad como una condición para «vivir más en contacto con la realidad, establecer una identidad personal más sólida, aumentar la autoestima y la confianza en sí mismo y educar en un criterio positivo para desarrollar una vida exitosa».

«Es la base para la adquisición de otros muchos como la honradez, la franqueza, la honestidad, la autenticidad, la nobleza, la lealtad, la confianza, la justicia, el aprecio, la amistad, la responsabilidad, el respeto, la espontaneidad, etc.», ha explicado.

La sinceridad como forma de vida En cuanto al modo de educar en la sinceridad, la primera de las recomendaciones que hace la asociación de educadores es la observación de la conducta del niño, para averiguar si el niño acostumbra a decir la verdad y, cuando lo haga, reforzar la conducta con aprobaciones y alabanzas.

En los casos en que no lo haga, sin embargo, destacan la importancia de averiguar por qué no ha sido sincero y corregirlo, eso sí, sin «hacer juicios de valor personal del niño» (como llamarle mentiroso o humillarle en público) ni presionarle para «hacerle sentir culpable».

«Se trata de modificar un aspecto de su comportamiento, no de cambiarlo a él como persona –señalan–. La culpa genera sentimientos negativos que interfieren en su equilibrio emocional». Además, recomiendan que la corrección incluya siempre un razonamiento, que si bien no siempre será asimilado desde la conciencia moral servirá para sentar las bases que formen dicha conciencia.

En este sentido, piden a los padres que proporcionen a sus hijos un clima «afectivo, de seguridad, aceptación y confianza», en el que el niño «puede ser él mismo sin miedo a ser rechazado por no cumplir las expectativas». Por último, recuerdan que los padres deben convertirse en el «modelo que imitar».

«Las pequeñas mentiras de conveniencia de los adultos son observadas e imitadas por los pequeños», aseguran los expertos. Por ello, subrayan la importancia de responder con sinceridad a sus preguntas sin lanzar evasivas, aun cuando estas estén relacionadas con temas que los padres prefieran evitar.

Redacción

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