¿Recuerdas aquellos días cuando la comida era comida y no una fuente de posibles enfermedades mortales?
Con todas las noticias de los riesgos asociados a lo que comemos, uno pudiera pensar que la mesa se ha transformado en un campo minado.
Hasta las burbujas de gas en los refrescos son consideradas peligrosas.
Para colmo, las recomendaciones de los académicos y nutricionistas cambian continuamente.
Lee también: Por qué cambian tanto los consejos sobre qué comer y qué no
Es posible que esto sea inevitable: las recomendaciones de salud se actualizan a medida que los estudios arrojan nuevos resultados.
Pero cuando los medios de comunicación exageran o los sacan de contexto también pueden dar pie a temores desproporcionados.
A fin de disipar toda la confusión, evaluamos la evidencia médica existente sobre algunos de los alimentos más populares en nuestra dieta básica.
Te gustará saber que muchas de tus comidas favoritas no son las fulminantes bombas de tiempo que te han hecho creer.
Lee también: Las 118 cosas que se sabe producen cáncer (y la carne no es una de ellas).
La tocineta
El mito: la carne procesada es tan peligrosa como los cigarrillos.
La realidad: si bien la Organización Mundial de la Salud encontró abrumadora evidencia de que la tocineta (y otros tipos de carne procesada) contribuyen con el desarrollo del cáncer colorectal, el verdadero peligro no es tan alarmante como sugieren algunos medios y gurús.
La tocineta o tocino no es una bomba nuclear gastronómica.
Tal como lo señala la organización Cancer Research, de Reino Unido, este tipo de cáncer no es común.
Si comes cualquier tipo de carne hay 5,6% de riesgo de desarrollar esta enfermedad. Incluso si comes todos los días tocineta y jamón hasta reventar, el riesgo solo asciende a 6,6%
En otras palabras, por cada 100 personas que deja de comer tocineta, solo una evitará el cáncer.
Para darte una mejor idea de esta cifra, por cada 100 individuos que dejen de fumar, entre 10 y 15 estarían a salvo.
En resumen: según el organismo de salud británico, consumir 70 gramos por día de este tipo de carne sigue estando dentro de los límites saludables. Unas dos salchichas diarias no son tan buenas como un plato de granola, pero tampoco se trata de un desastre nuclear gastronómico.
El café
El mito: la adicción al café te producirá un ataque cardíaco.
La realidad: hay poca evidencia de que una taza de café te provoque una muerte prematura. De hecho, el efecto puede ser el contrario.
Una taza de caféImage copyrightGuwash999FlickrCC BY 2.0
Al parecer el café tiene beneficios para la salud.
El New England Journal of Medicine, que evaluó en el 2012 la condición física de 400.000 estadounidenses en el curso de 13 años, encontró que las personas que bebían entre tres y seis tazas de café al día registraron cerca de 10% menos probabilidad de morir durante el período del estudio.
Y también tenían índices más bajos de enfermedades del corazón, derrames cerebrales, diabetes o infecciones.
Estudios similares hechos en el 2014, sobre una muestra de más de un millón de personas, arrojó resultados similares.
Cabe destacar que estos estudios fueron observacionales. Aunque los científicos trataron de establecer conexiones entre otros factores, no hay manera de saber si el café por si solo protegió el corazón de estas personas.
Quizás las personas más saludables son más propensas a tomar café. En todo caso, como «adicción» es poco nociva.
En resumen: probablemente no es el elixir de la vida como algunos dicen, pero la evidencia muestra que puedes tomarte tu taza de café cada mañana sin remordimiento alguno.
El trigo
El mito: el llamado «cerebro de grano» puede contribuir al desarrollo de Alzheimer.
La realidad: primero lo primero. Cerca de 1% de la población sufre de alergia al gluten –también conocida como la enfermedad celíaca– un trastorno del intestino delgado que impide la absorción de nutrientes.
El trigo es uno de esos alimentos muy controversiales.
Esta enfermedad puede dañar los intestinos y conducir a la malnutrición.
Algunas personas no sufren esta enfermedad, pero son sensibles al trigo. La explicación a esto es controversial.
La sensibilidad al trigo puede estar relacionada no tanto con el gluten que contiene, sino con otras variedades de azúcares y proteínas presentes en otros alimentos como las frutas y las cebollas.
Si es así, el dejar de consumir trigo no te aliviará de los síntomas de esta enfermedad.
Hay personas que han dejado de comer gluten incluso sin sufrir una afección, sencillamente porque el trigo es visto como tóxico.
Al respecto Peter Green, de la Universidad de Columbia, comenta que «las personas que promueven las dietas antigluten o antitrigo algunas veces citan nuestras investigaciones sobre la enfermedad celíaca y elaboran conclusiones que van más allá de lo que la evidencia médica plantea».
Uno de los mitos más populares es que la comida basada en trigo provoca inflamaciones en el cuerpo, que puede contribuir a generar «niebla cerebral» e incrementar el riesgo de sufrir graves condiciones como Alzheimer.
En todo caso, el trigo sigue siendo una mejor fuente de energía que otras como la papa, debido a que liberan su azúcar de manera más lenta en el organismo.
En resumen: los seres humanos tienen consumiendo trigo desde hace 10.000 años y, a menos que tú tengas una alergia comprobada medicamente, hay pocas razones para dejar de consumirlo; al menos hasta que haya más evidencia.
Mantequilla, queso y leche completa
El mito: los productos lácteos obstruirán tus arterias y contribuirán a que desarrolles enfermedades cardiacas.
La realidad: durante décadas el mensaje ha sido claro: las grasas «saturadas» como el queso, la mantequilla y la leche completa incrementan el colesterol en tu sangre, lo cual se traduce en un elevado riesgo de infarto.
Hay muchos argumentos contradictorios con respecto a las grasas
Por ello muchas organizaciones de la salud promueven incorporar a nuestra dieta aceites vegetales y margarina, en sustitución de las grasas saturadas.
Sin embargo, durante los últimos años hemos visto aparecer una sucesión de argumentos contradictorios al respecto.
Frente a ello resalta la posición del estudio presentado por Annals of Internal Medicine, el cual concluye que «el consumo en altos niveles de grasa saturada no tienen efecto en las enfermedades coronarias».
Como en el caso anterior, estos estudios son observacionales, pero se hizo una prueba sobre un grupo específico de individuos a los que se alimentó con queso gouda con 27% de grasa todos los días durante ocho semanas.
Los resultados arrojaron que este grupo tenía el colesterol más bajo que los que no consumieron el queso.
Lo más extraño de todo es que a pesar de que la mantequilla y la leche completa están repletas de calorías, las personas que tuvieron una dieta con grasas no terminaron siendo más obesas que las que tomaron leche descremada.
De hecho, es posible que la grasa ayude a regular el metabolismo: que te ayude a quemar grasa de manera eficiente, o que mantenga el hambre a raya por más tiempo, ayudándonos a evitar las meriendas menos saludables durante todo el día.
En resumen: no sabemos por qué, pero las grasas pueden convertirse la nueva tendencia de moda.
La leche pasteurizada
El mito: la pasteurización puede contribuir a sufrir eczema, asma y otros trastornos del sistema inmunológico.
La realidad: existe la creencia popular de que mientras más natural es la comida, más saludable es.
¿Descremada o no descremada? He ahí el dilema.
Es por ello que muchos afirman que la pasteurización destruye muchos de los nutrientes de la leche, incluyendo las proteínas que nos pueden proteger de alergias.
También afirman que dicho proceso mata microbios «amigables» que ayudan a la digestión, fortalecen el sistema inmunológico e incluso nos protegen contra el cáncer.
No obstante, muchos doctores consideran que esta es una apreciación prematura.
El moderado calentamiento que forma parte del proceso de pasteurización debe dejar casi todos los nutrientes intactos.
Además, las supuestas bacterias «amigables» en la leche cruda no poseen tantos beneficios. Tendrían que formar una colonia miles de veces más grande para que una bacteria sobreviva la digestión y llegue al intestino.
Y aun cuando hay cierta evidencia de que las personas que toman leche cruda, como los niños, tiende a sufrir menos alergias, es difícil asegurar que esto se deba a la leche y no al hecho de que muchas de esas personas crecieron en una granja.
Al vivir entre animales, el cuerpo puede ser entrenado para enfrentar alergias a temprana edad, haciendo que sean menos propensos a sufrirlas cuando se convierten en adultos.
Es más, tomar leche cruda puede ser potencialmente peligroso: pasteurizamos las bebidas para matar microbios que pueden ocasionar enfermedades serias, como la tuberculosis, salmonela o Escherichia coli.
En resumen: antes de exponerse a contraer una repugnante infección, es mejor esperar por evidencia que corrobore estas extravagantes afirmaciones.
Los huevos
El mito: es un ataque al corazón envuelto en una cáscara.
La realidad: así como la leche completa, los huevos fueron vistos como causantes del colapso de nuestras arterias y promotores de enfermedades cardíacas.
Los huevos: una fuente de proteínas.
Puede que haya algo de verdad en eso, pero si tú eres una persona saludable, el comer hasta siete huevos a la semana no te hará daño.
En resumen: más allá de la flatulencia y el estreñimiento, los huevos son una fuente segura y valiosa de proteínas.
Los refrescos dietéticos
El mito: los edulcorantes artificiales incrementan el riesgo de padecer cáncer.
La realidad: un temor común es que los edulcorantes artificiales promueven el crecimiento de tumores, pero este riesgo puede ser exagerado.
Un vasto estudio conducido por el Instituto Nacional sobre el Cáncer, en Estados Unidos, no encontró evidencia de que el consumo de aspartame –uno de los edulcorantes más populares- incrementara la posibilidad de sufrir cáncer de cerebro, leucemia o un linfoma.
Sin embargo, existe la posibilidad de que contribuya con la intolerancia a la glucosa y diabetes del tipo 2, aunque esto aún debe ser verificado por investigadores.
En resumen: los edulcorantes artificiales pueden ser el menor de dos males, pero siguen siendo una opción más saludable que el azúcar.
Agregar comentario