Por Oscar López Reyes
El relacionista público de una institución oficial me
invitó a un almuerzo, hace unos años, para que conversáramos sobre un
problema periodístico. Le contesté que no quería seguir recibiendo
gestos sarcásticos, como me ocurrió en un prestigioso restaurante,
especializado en carnes. En la ocasión referida, el camarero me pidió
que le identificara la entrada, y le respondí que pasaba; ¿plato
fuerte?, con una mano le dibujé el Cero; ¿el postre?, con la otra mano
le grafiqué otro Cero, y ¿el café?, le contesté que también pasaba.
Al colega le especifiqué por teléfono –ambientado él
por las risas- que no quería volver a un almuerzo para sólo pedir una
crema de auyama. Al decirme –por mi insistencia- que los periodistas
no le estaban publicando nada, le pregunté si le hacía un aporte
mensual y, al suspenderlo, los había dejado en al aire. Confieso que
así era…Entonces le señalé que con ellos había establecido una
relación comercial, que fue roto, y que no había salvación.
Con frecuencia, empresarios que quieren imponerse o
ganar campañas públicas por intereses pecuniarios, proponen dinero a
periodistas para que les acompañen en sus aventuras, sin saber que se
toman apuntes para la historia. Nadie debe sorprenderse si en algún
momento los nombres/imágenes de numerosos magnates y marcas
reconocidas quedarán marcados en investigaciones comunicativas.
En las últimas décadas, dirigentes políticos, altos
funcionarios públicos y empresarios han depositado –por debajo de la
mesa- dinero en bolsillos de periodistas, viéndolo como algo normal y
no como un acto de pura corrupción. En verdad, apena que la
autosugestión de muchos de éstos aúpe los excesos verbales y el
chantajismo para obtener prebendas.
Como anormalidad socio-genética de estar con Dios o
con el Diablo según sople el viento, una casta de ambiguos cambia de
color en un minuto, como el camaleón, con el advenimiento de cada
nuevo gobierno, olvidando que asumieron compromisos partidarios. En su
amoldamiento por la carencia de principios y lealtad para asegurar el
manjar, lo que hace unos meses laminaban como limpio, de un sopetón
pintan ahora como sucio. Ese viceversa anca y anatema como una
deformación mental, en el mercurialista recado de alabanzas al más
impresionante postor.
¿Se pueden ejercer las relaciones públicas sin pagar
sumas a periodistas?
Testimonio personal. El 15 de septiembre de 1989
instalamos la oficina de relaciones públicas de carácter privado
número 16 de República Dominicana, en el apartamento 305 del edificio
La Puerta del Sol, en El Conde esquina José Reyes, con un préstamo
personal. En estos 31 años hemos ofrecido nuestros servicios a decenas
de asociaciones empresariales, instituciones de interés social y
firmas corporativas. En lo que respecta a organismos gubernamentales:
0 (cero).
La filosofía de trabajo ha sido el suministro a los
medios de insumos de alto interés para los medios, redactadas
periodísticamente; las respuestas rápidas a solicitudes de datos y
entrevistas, y apropiada atención en los actos. Además, ha imperado
la solidaridad profesional/personal. Adicional al acompañamiento en
momentos de dolor, por más de 30 años hemos hecho aportes en la
formación de más de mil periodistas; por más de 40 años nos hemos
consagrado a la tarea gremial, en proyectos educativos, de salud, de
pensión, farmacéuticos, recreativos, etc.
Nuestros colegas han sido generosos con nuestra labor
publirrelacionística, el principal sustento familiar. El respeto ha
sido absoluto y el respaldo sin reservas y categórico. Nunca ninguno
de ellos nos ha formulado propuestas inapropiadas o indecorosas, ni
jamás hemos hecho lobby en mediología, fundamentado en las
declaraciones de principios y los códigos de ética de las ciencias de
las relaciones públicas.
Tanto en comunicación como en relaciones públicas, en
el siglo XXI son imponentes macrotendencias, como la interactividad
colectiva, especialmente a través de las redes sociales; la
pequeñización mediática, la gratuidad de rotativos, la consolidación
académica y especialización de los comunicadores universitarios, la
competitividad en la globalización, los oligopolios, la
investigación, la liberalización y los VALORES ETICOS Y DE CIUDADANIA.
Este último concepto sugiere que la seriedad y la honestidad son
esenciales para lograr la credibilidad. Y esa trilogía es
imprescindible para generar confianza, que facilita la selección del
periodista con esos atributos para funciones relevantes. ¿Cómo
cuáles…?
1.- Ocupar una alta posición en un medio de comunicación, con
autoridad y sin cuestionamientos, desde fuera ni desde adentro.
2.- Estar preparado moralmente para los embates de campañas, debates
o polémicas públicas. El que no tiene faltas, o las que pueda tener
resulten insignificantes, estará más confiado.
3.- Ser postulado y conseguir el respaldo como candidato a la
Presidencia, la Tesorería y otros cargos electivos en elecciones de un
partido político, el Congreso Nacional, una entidad comunitaria, una
organización profesional o gremial o una junta de vecinos.
4.- Generar más confianza para participar en un maratón recaudador de fondos.
5.- Recibir reconocimientos colectivos sin interrogantes malignas.
6.- Impartir docencia o dictar seminarios o cursos sin
cuestionamiento de alumnos ni de observadores.
7.- Evitar que los malos ejemplos afecten a hijos,
nietos, hermanos, vecinos y amigos.
El funcionario, empresario o relacionista que paga a
un periodista, en vez de hacerle un favor lo está enajenando y
causando un gran daño en su vida. La nocividad es mutua, en una
corrupción activa y pasiva, y los resultados no son halagüeños. La
reputación magnifica como su más preciado valor.
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