El domingo pasado murió en Seúl, a los 78 años, Lee Kun Hee, dueño principal de la “República de Samsung” devenida en imperio tecnológico global y mayor grupo empresarial de Corea del Sur -17avo a nivel mundial-, paradigma del modelo económico basado en conglomerados industrial-financieros creados por un patriarca y que -en este caso- se ramifica en 86 rubros.
El relato mítico corporativo comienza en 1938 cuando el fundador -padre del fallecido- arrancó un negocio de transporte con camiones. De buenas relaciones con el ocupante japonés, Samsung sobrevivió a la guerra civil y despegó a comienzos de los ´60 fabricando heladeras y televisores, muy ligado a prebendas y nexos corruptos con la dictadura del General Park Chung Hee. El Estado subordinaba a todos los actores y el acuerdo con los empresarios implicaba jornadas extenuantes, cárcel e incluso muerte a sindicalistas y opositores, créditos muy convenientes, protecciones arancelarias e inversión en institutos tecnológicos. En 8 años se les exigía que estuviesen exportando y si no iban presos o a la quiebra.
El fallecido Lee Kun Hee se puso al frente de la empresa en 1987 cuando ya era el mayor grupo económico surcoreano y comenzó a extenderlo más allá de la frontera. Puertas adentro, siguió la línea de su padre con estilo militarista -sueldos muy bajos y jornadas interminables-, pero en tiempos de democracia: ya no había generales por corromper pero sí políticos. Según su biografía oficial, la inspiración para refundar la empresa la tuvo en Los Ángeles frente a una tienda de electrónicos donde vio los productos Samsung acumulando polvo, considerados una tecnología barata de baja calidad. La “misión” que se propuso fue comenzar a crear productos de primera calidad.
En 1993 relanzó la marca diciéndole a sus empleados “cambien todo menos a su esposa e hijos”. Con ese “grito de guerra” alargó la jornada laboral -el horario de inicio pasó de 8.30 a 7.00 a.m.- y comenzó un feroz crecimiento que no ha cesado, recurriendo a técnicas de dumping para quebrar pequeñas empresas de la competencia y una guerra total a los sindicatos, salvo el creado por la empresa misma donde había colocado al frente a su propia secretaria. Sus equipos han creado numerosas patentes y también las han robado sin pudor.
En 1995 Lee ordenó quemar en una hoguera 150.000 teléfonos celulares defectuosos frente a sus empleados que llevaban una vincha con la leyenda “calidad primero”. En las reuniones de directorio de hasta seis horas, nadie interrumpía sus monólogos ni tomaba un vaso de agua, para evitar tener que ir al baño: “el jefe” no lo soportaría. La relación con los empleados fue al estilo de vasallaje feudal, al igual que con los proveedores a los que no les permitía trabajar con la competencia.
Sus logros empresariales fueron notables. Bajo su liderazgo Samsung superó a Apple en 2011 en venta total de teléfonos inteligentes y en 1992 se convirtió en el mayor productor mundial de chips de memoria. La empresa compite en la primera línea como productor de pantallas planas y semiconductores, proveyendo incluso a sus competidores Apple y Sony. La “joya de la corona” del conglomerado es Samsung Electronics con 310.000 trabajadores en 74 países.
La corrupción es norma
Lee era el mayor magnate de Corea del Sur con una riqueza declarada de 13.000 millones de dólares y un capital oculto que duplicaría la cifra. Había nacido en 1943 y sufrió un infarto en 2014 que lo mantuvo en cuarteles de invierno hasta que fue noticia en 2016, al trascender una cámara oculta que le hizo una prostituta para extorsionarlo. El empresario no cedió al chantaje y el video se viralizó: se lo ve en su casa rodeado de jovencitas. En Corea del Sur la prostitución es delito y le habían abierto una causa.
Además de la producción en sí, la otra tarea de un chaebol -conglomerado- es ocultar su ganancia. Ya en 1996, Lee fue condenado por soborno, brevemente encarcelado e indultado. Años después, quien sacó los trapitos al sol fue Kim Yong Chul, un talentoso abogado que estuvo a cargo de la estructura legal de la empresa, quien dijo “basta” el día que descubrió una cuenta a su nombre con millones de dólares. En 2010 el díscolo Dr. Kim publicó el libro Pensar Samsung detallando la corrupción personal de Lee, a quien acusaba de sobornar funcionarios en su plan de asegurar la transmisión del control de la empresa a su hijo. Agregó que Samsung dispone de un presupuesto fijo de 200 millones de dólares anuales predestinado al soborno de políticos y empleados judiciales: “la mayoría de los fiscales opta por las bolsas de golf llenas de dinero que les mandan a cambio de dejar a Samsung en paz”.
Samsung va por su tercera generación familiar de traspaso de poder. A partir de la burbuja financiera de 1997, los controles estatales no le permiten a un accionista tener más del 3 % de los votos en las asambleas de directorio, aunque posean mayor cantidad de acciones. Para no perder el dominio de su empresa, la familia fundadora armó una compleja ingeniería financiera ocultando la posesión real de las acciones en manos de testaferros.
Ya antes de la publicación del escandaloso libro, Lee había sido declarado culpable por malversación y evasión fiscal en 2008: dejó la dirección de la empresa y lo sentenciaron a tres años de prisión y una multa de 100 millones de dólares. Pero recibió un indulto del presidente de la Nación Lee Myun Bak -un exdirector de Hyundai- bajo el argumento de que eso permitiría al empresario seguir perteneciendo al Comité Olímpico Internacional, donde haría otro gran favor a la patria: impulsar la candidatura de la ciudad de Pyeonchang como sede de los Juegos Olímpicos de Invierno. Y después de la realización de esos juegos, el ex presidente Lee Myun Bak fue condenado a 15 años de cárcel por haber aceptado 5,4 millones de dólares de parte de Samsung para indultar a Lee.
Como resultado de las denuncias del Dr. Kim se identificaron cuentas millonarias que no pertenecían a sus supuestos dueños. Y se determinó que el dinero era efectivamente de Lee. La justicia consideró, sin embargo, que no había evidencia de soborno, lo cual sorprendió al abogado ya que él había dado la lista de fiscales a los que sobornó personalmente.
Desde 2014 está al frente de Samsung su hijo Lee Jae Yong, quien en 2017 estuvo casi un año tras las rejas por nexos corruptos con la destituida ex presidenta Park Geun-hye, hija del dictador ligado a la “dinastía” empresarial Lee.
Hoy en día, el nieto Lee está en juicio por dos causas: fraude accionario y sobornos. Esto genera incertidumbre en el futuro del conglomerado así como en el traspaso de la sucesión. Aunque el precio de sus acciones subieron: es probable que el hijo deba vender sus acciones a consecuencia de los altos impuestos de herencia que existen en ese país para los tenedores de acciones. Samsung podría dejar de ser una dinastía familiar. Al mismo tiempo, la empresa enfrenta dos desafíos: el histórico con Apple y uno nuevo con los chinos de Huawei que le vienen pisando los talones. Incluso los conflictos comerciales entre China y EE.UU podrían afectarlos ya que atraviesan su rubro principal. La vanguardia del modelo de desarrollo surcoreano se vería obligada pronto a una nueva reconversión.
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