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Lo conocían como Guillermo Enrique Eliseo o Guillermo Ellis, el banquero de gran riqueza de Ciudad de México, que a su vez tenía una oficina en Wall Street en Nueva York y una residencia en la distinguida zona del oeste de Central Park.
Hubiese sido una locura pensar que este mismísimo hombre, siempre ataviado con joyas y ropas caras, había nacido como esclavo en una plantación de algodón en el sur de Texas.
William Henry Ellis era su verdadero nombre.
Lo investigó el FBI, conoció al entonces presidente Theodore Roosevelt, mantuvo estrechas relaciones con el Porfiriato mexicano, lideró una misión diplomática a Etiopía y, entre otras hazañas, orquestó «uno de los esfuerzos de emigración de afroestadounidenses más audaces en la historia de Estados Unidos».
Karl Jacoby, historiador de la Universidad de Columbia (Nueva York), se encontró con la enigmática figura de Ellis por accidente.
Tal fue su fascinación que dedicó buena parte de su carrera académica a sumergirse en las sombras este personaje, que vivió entre 1864 y 1923.
Un esfuerzo que materializó en un libro de 2016 titulado The Strange Career of William Ellis: The Texas Slave Who Became a Mexican Millionaire («La extraña carrera de William Ellis: el esclavo de Texas que se convirtió en un millonario mexicano»).
El año pasado, el documentalista estadounidense Phillip Rodríguez adquirió los derechos para televisión y cine del libro y está en el proceso de desarrollar el proyecto.
Uno de los aspectos que más llamó la atención de Jacoby fue que Ellis «hizo todas las cosas que un afroestadounidense de su tiempo supuestamente no debía hacer».
«Esta es la época en que [las leyes de segregación racial] Jim Crow estaba institucionalizándose y aun así, él encontró las fisuras del sistema y pudo hacer cosas notables», le dice Jacoby a BBC Mundo.
Ellis vivió en los márgenes fronterizos y de raza, esquivando etiquetas y al mismo tiempo asumiendo los peligros que para la época representaba que lo reconocieran como negro.
Su «extraña» carrera, como menciona Jacoby, plantea la pregunta más básica y sin embargo la que asalta a la mente en seguida: ¿cómo lo hizo?
Emprendedor
Las características geográficas en las que creció William Ellis facilitaron que aprendiese español, una poderosa herramienta que supo aprovechar por el resto de su vida.
Nacido en Victoria, en el sur de Texas, un año antes de que se aboliera la institución de la esclavitud en 1865, Ellis compartía con «mexicanos, tejanos, anglo estadounidenses y afroestadounidenses que vivían unos cerca de los otros», describe Jacoby.
En la plantación de Joseph Weisiger, un patriarca blanco de Kentucky, la familia de Ellis entró en contacto con mexicanos que convocaban en las ocupadas épocas de recolección de algodón.
Fue así que el joven William aprendió a hablar español con fluidez y se convirtió luego en el asistente y traductor del irlandés William McNamara, un poderoso comerciante de algodón y cuero.
«McNamara no solo compra las materias primas en Texas sino a lo largo de la frontera con México y el joven Ellis lo acompaña y habla por él», describe Jacoby.
A los 20 años de edad, Ellis se despide de su Victoria natal y decide mudarse a San Antonio, una ciudad más grande.
Ahí empieza la reinvención: al abrir su negocio de comercio de cuero y algodón, Ellis les dice a sus nuevos contactos que su nombre es Guillermo Enrique Eliseo y que es de origen mexicano.
Lo ayudaba que para su época, finales del siglo XIX, «nadie tenía pasaporte, ni licencia de conducir o certificados de nacimiento, había muy poco rastro en papel», señala el historiador.
Al mismo tiempo, el desarrollo de las ferrovías en la década de 1880 facilitó el desplazamiento más rápido y de mayor distancia.
México
Desde antes del nacimiento de Ellis, en el imaginario de muchos afroestadounidenses del sur habitaba la idea de México como una tierra de libertad.
«Un estimado de 4.000 esclavos huyeron de Estados Unidos a México antes de la Guerra Civil [entre 1861 y 1865]», indica el libro.
Así lo describió Felix Haywood, un antiguo esclavo de Texas en un testimonio citado en el libro: «No había razón para huir hacia el Norte. Todo lo que teníamos que hacer era caminar, pero caminar hacia el Sur, y ahí seríamos libres tan pronto como cruzáramos el Río Bravo».
La esclavitud de africanos existió en México desde 1519, recoge Jacoby. Pero después de la independencia en 1821, el país «adoptó medidas para prohibir el comercio de esclavos y emancipar a todos los niños esclavos menores de 14 años».
«Es difícil para los estadounidenses entender el hecho de que el verdadero faro de libertad durante estos tiempos no era parte de Estados Unidos, sino México», dice Jacoby.
Con la abolición de la esclavitud en Estados Unidos no cesó el maltrato hacia la población negra, lo que llevó a que muchos en el sur vieran el beneficio -y asumieran el riesgo- de hacerse pasar por mexicanos o nacionales de otros países.
En inglés, se le conocía bajo el término passing y, por lo general, se usaba para describir a alguien «que tenía ascendencia afroestadounidense pero que se presentaba como blanco«, explica Jacoby.
Era frecuente que aquellos que empezaban una nueva vida como «blancos» se distanciaran para siempre de sus familias, y por ello a veces el acto se veía como «darle la espalda a la comunidad a la que se pertenecía».
En última instancia, acota Jacoby, lo que indicaba el passing es que «todo el sistema de razas dependía de clasificaciones de sentido común y de la idea de que se podía ‘saber’ la raza de alguien solo con verle».
«Pero esto no es posible, especialmente si consideramos que durante el periodo de la esclavitud, hubo una tremenda explotación sexual de mujeres negras por parte de sus esclavizadores», dice.
Convenientemente, Ellis se hizo pasar por mexicano en San Antonio, una ciudad en la que el 20% de la población era de ese origen. Luego, en Nueva York por ejemplo, se haría pasar por cubano. Y en otras ocasiones, hasta hawaiano.
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