Por: Jaime Bruno
New York. – A los 70 años de edad que tienen Xi Jinping y Vladimir Putin, consagran lo que podríamos decir una luz al final del túnel para quienes están angustiados debido a sus provocadores esfuerzos y determinaciones por materializar un nuevo orden mundial. Sin dudas el próximo decenio traerá cambios de liderazgo en China y Rusia que podrían redefinir un nuevo papel en el restablecimiento de sus relaciones con Occidente.
Al estudiar cuidadosamente acontecimientos, podemos inferir en el futuro, ver más allá de la curva. La amenaza es latente para Estados Unidos y sus aliados, lidiar con la amenaza de un par de líderes envejecidos, con poderosos armamentos y ya, con muy poco tiempo para concretizar sus hegemónicas ambiciones, es una tarea titánica. La deducción es clara, solo echemos una mirada a la desgracia de Vladimir Putin en Ucrania y las pretensiones de Xi Jinping con Taiwán. ciertamente el liderazgo de fascistas, autocráticos y extremistas no siempre se esfuma de forma pacífica.
Los déspotas y lideres autocráticos con más de 7 décadas de existencia no cuentan con el tiempo suficientes para moldear el mundo a su visión, ponderando ser recordados y obedecidos por sus aduladores en casa, y de alguna manera frustrados por el menosprecio a nivel internacional por su forma de accionar. La historia muestra que al final de su existencia, que el poder se le va a la cabeza, los cuasi octogenarios se vuelven cada vez más opresores y agresivos. Rodeados y aconsejados por sus sicofantes, toman terribles decisiones una y otra vez. Sus legados se ven comprometidos y angustiosamente se preguntan: ¿por qué no recibo las merecidas consideraciones y el respeto mundial?, siempre esperanzados en que su imagen se esculpiría con esplendor y gloria entre los grandes de la historia. Ningunos quieren pasar a ser una figura más del montón. Esta realidad es una volátil mezcla combustible: un dictador, autócrata con exceso de esperanza, vapuleado y con mucha prisa.
Mao Zedong proyectó sus planes capitalistas para 50 años o más. Al entrar 60 años, Mao Zedong poco a poco acortó ese calendario al final de la década del 50, un error que china pagó con al menos 45 millones de personas que murieron de hambre u otras causas, ya que la agricultura se descuidó en el frenesí por alcanzar sus objetivos. Mao Zedong estimulo una crisis internacional cuando bombardeó algunas islas en poder del gobierno nacionalista chino en Taiwán. El anciano Mao se empecinó en salvaguardar su gobierno y legado, el resultado fue el caos de la Revolución Cultural.
El dictador de corea del norte Kim Il-Sung, fue otro líder que actuó hostilmente en sus últimos años de vida, pasó su tercera y cuarta décadas en el poder yendo de provocación en provocación. Kim derribó un avión de reconocimiento estadounidense, matando a los 31 a bordo y bombardeó un avión comercial de Corea del Sur, matando a los 115 a bordo.
Los dictadores ancianos rara vez se suavizan incluso cuando están firmemente al mando. Joseph Stalin salió victorioso de la Segunda Guerra Mundial a los 60 años. Sin embargo, en lugar de trabajar con sus aliados durante y después de la guerra, buscó dominar partes de Europa y Asia y envió una nueva ola de prisioneros al gulag y miles de personas murieron. Lo más difícil para un autócrata, un dictador o un extremista envejecido es cambiar de rumbo, y generalmente lo hacen cuando se ven obligados. Mao buscó un acercamiento con Estados Unidos solo después de que el conflicto fronterizo chino-soviético de 1969. El coronel libio Muammar el-Qaddafi desistió a sus armas de destrucción masiva en el año 2003 debido a varios factores, incluido bombardeos a su casa por los Estados Unidos. Syngman Rhee, renunció con gran enfado a tomar el resto de la península de Corea en parte porque temía que Estados Unidos los abandonara. Aunque Adolfo Hitler no era un anciano, apenas tenía 56 años cuando se suicidó; desarrolló, actuó y personificó a todos los anteriores mencionados en una sola persona, el mismo. Todos estos relatos quiero y de alguna manera podemos extrapolarlos al Sr. Xi y al Sr. Putin.
A pesar de tener más de una década en el poder, estos lideres ancianos ni siquiera pretenden jubilarse, ambos afirman y reclaman hostilmente vastas extensiones territoriales, han ordenado movilizaciones militares a gran escala, han fortalecido sus relaciones con regímenes extremistas como Corea del Norte e Irán. Indudablemente Xi y Putin han construido sus respectivos cultos a la personalidad. Después de la invasión a Ucrania, el presidente ruso Vladimir Putin se comparó con Pedro el Grande, el conquistador y modernizador que fundó las bases del Imperio Ruso. La maquinaria propagandística comunista china caracteriza a Xi Jinping como la última y faltante pieza de la gloriosa trinidad: primera, bajo Mao, China se levantó; segunda, bajo Deng Xiaoping, China se enriqueció; y la tercera bajo Xi, China volverá a ser poderosa.
Ambos lideres han dejado claras sus ambiciones de poder y expansión de su imperio en aras de redibujar el mapa político de Europa y Asia. La diplomacia no disuadió a Putin de invadir a Ucrania y estudiando a Xi concluimos que es poco probable que altere la fijación de querer absorber Taiwán, gran parte del Mar de China Meridional, el Mar de China Oriental y algunos territorios reclamados por India. Textualmente el Sr. Xi dijo: “No podemos perder ni una pulgada del territorio que dejaron nuestros antepasados”; una visión esencial para supuestamente lograr “el gran rejuvenecimiento de la nación china”.
Los dictadores con ansias de reconocimientos y vengativos normalmente no han respondido con razonamientos, por lo que ha sido bloqueados por alianzas de poderosos ejércitos, economías resilientes y resoluciones de los altos organismos a nivel mundial. Con esa clara convicción, Estados Unidos y sus aliados han y continuarán acelerando transferencias de armas, fondos económicos y ayuda tecnológica a naciones de primera línea como Ucrania y Taiwán, privando a Beijing y Moscú de cualquier esperanza de guerras fáciles de conquista y su expansión imperial.
La estrategia principal durante los prácticamente 50 años que duró la Guerra Fría, era frustrar cualquier indicio de expansión soviética, hasta que la degeneración interna obligó a Moscú a cambiar o reducir sus aspiraciones. La misma estrategia debería ser utilizada, especialmente ahora que la economía China se ha estancado y Rusia continua en decadencia. Lamentablemente ambos países sin proponérselo han logrado que sus vecinos desconfíen totalmente de ellos y se aniden en la Organización de Tratados de Atlántico Norte (OTAN). Occidente y sus aliados no necesitan contener a Rusia y China por siempre, solo hasta que madure el fatal desenlace que trae la madre naturaleza. Estos sueños de dominio y expansión comenzarán a lucir fantasiosos e inalcanzables, de manera que sus discípulos o sucesores con una visión clara, una moderación geopolítica y una reforma interna, puedan repentinamente rectificar esas políticas y tratar de batallar en otra vertiente con los problemas económicos y estratégicos de sus naciones.
Reprimir y detener a estos dos dictadores envejecidos no será una fácil tarea, pero la madre naturaleza jugará su rol y nos brindará la esperanza de que vendrán tiempos mejores, limitando así la difusión de esas ideas, el fanatismo y las guerras que causan la pérdida de miles de vidas humanas, daños al medio ambiente y tantos sufrimientos. Es una prerrogativa mundial lograr que estas ideas desaparezcan de los libros anales de la historia.
Agregar comentario