Por Anner Victoriano
En un país donde las comisiones investigadoras parecen ser la cura para todos los males, el reciente anuncio del Gobierno sobre los integrantes de la comisión que indaga el escándalo del caso Jet Set vuelve a poner sobre la mesa la necesidad de justicia y la expectativa de resultados concretos. Se nos ha dicho que en dos semanas habrá un informe preliminar, pero la pregunta persiste: ¿será otro espejismo o un verdadero paso hacia la verdad?
El caso Jet Set sacudió la confianza ciudadana y puso en evidencia, una vez más, la falta de supervisión en espacios públicos y tráfico de influencias que parecen enquistadas en algunos círculos de poder. Sin embargo, más allá de los nombres que integran la comisión —profesionales respetados y de carrera intachable—, queda la duda de si sus esfuerzos serán suficientes para desenredar la maraña de intereses y complicidades que han permitido una sensación de aparente impunidad.
La ciudadanía merece y espera respuestas, que vayan más allá de los informes y las ruedas de prensa. Porque la transparencia no puede ser un acto meramente protocolario ni una jugada para calmar a la opinión pública. Requiere compromiso genuino y la voluntad de sacudir estructuras anquilosadas.
En este contexto, el anuncio de que en dos semanas tendremos un informe preliminar suena alentador, aunque deja un sabor a promesa. El tiempo es corto, pero la urgencia de esclarecer los hechos es mayor. No podemos permitir que la verdad se diluya en tecnicismos o en estrategias.
La esperanza radica en que esta comisión marque la diferencia. Que sus miembros comprendan que sus conclusiones no solo tienen el peso de un documento, sino el poder de devolverle la confianza a una ciudadanía cansada de esperar justicia. Solo así el caso Jet Set dejará de ser un símbolo de escándalo para convertirse en un ejemplo de rendición de cuentas.
En definitiva, el caso Jet Set representa una oportunidad para reafirmar el principio de que nadie está por encima de la ley. El país espera que, en esta ocasión, las palabras se conviertan en acciones y que la transparencia no sea un anhelo, sino una realidad tangible.