El cultivo del azafrán exige vastos terrenos y un trabajo meticuloso, pero la especia más cara del mundo ofrece una opción alternativa a la adormidera, base del opio y la heroína, teniendo en cuenta la caída prevista de la ayuda financiera internacional a Afganistán.
En la provincia occidental de Herat, fronteriza con Irán, puede verse a ancianas y mujeres jóvenes recogiendo con parsimonia las flores de los campos de croco (planta del azafrán).
Las flores son depositadas en grandes recipientes de plástico pesados electrónicamente. Al final de la cosecha, comienza el tortuoso y sobre todo delicado trabajo, que consiste en quitar de cada una de las flores las preciosas briznas -también denominadas estigmas- de azafrán sin romperlas.
Verdadero ‘oro rojo’ en razón de su precio y su color único, el azafrán es muy apreciado en la cocina, en la industria de la perfumería, como colorante, e incluso en la medicina tradicional.
Su demanda en el mercado internacional lo convierte en un cultivo rentable para intentar reemplazar los campos de adormidera para la producción de opio, una de las principales fuentes de ingresos de los talibanes, y del que Afganistán es el primer productor mundial.
Pero todavía queda mucho camino por recorrer para reemplazar el opio por el azafrán en los campos afganos: el coste de producción es muy elevado, un duro invierno puede por sí solo aniquilar toda una cosecha y, además, el vecino Irán domina el mercado, con el 90% de la producción actual.
En Herat, unas 6.000 personas, dos tercios de ellas mujeres, trabajan actualmente en los campos de azafrán, cuya producción es exportada hacia India, Europa, Estados Unidos y China.
Con la incertidumbre vinculada a la retirada a fin de año de la mayor parte de las tropas de la OTAN, la superficie cultivada de adormidera opiácea en Afganistán ha alcanzado un récord en este año, según la ONU, lo que es síntoma del fracaso de la política antidrogas de Washington en este país.
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