Por: Ramón Santana
Conversando una de esas noches con un amigo entrañable llamado Ángel Sierra, de repente me dijo, “Ramón, la humanidad es mala.” De inmediato le pregunté, “¿Porqué, Ángel?” Y él me contestó, “Envenenaron a Sócrates y Galileo Galilei se le salvó porque lo doblegaron”. Ciertamente, Sócrates, Giordano Bruno, José Martí, Federico García Lorca, León Trotsky, Nicola Sacco, Bartolomeo Vanzetti, Salvador Allende, Martin Luther King Jr. y en fin miles de seres humanos han enfrentado la realidad de que alguien silenciara sus voces sencillamente por no estar de acuerdo con sus creencias.
Imagínese usted en el caso de Giordano Bruno; estuvo en la cárcel durante ocho años mientras se disponía el juicio «bajo el tribunal inquisitorial de Venecia», en el que se le adjudicaban cargos por blasfemia, herejía e inmoralidad; así como por sus enseñanzas sobre los múltiples sistemas solares y sobre la infinitud del universo, toda una trama difamatoria tan solo en contra de sus creencias.
Sin embargo, el día de su ejecución en la hoguera, Bruno rechazó retractarse de sus creencias y prefirió que quemaran su cuerpo con la seguridad de que las mismas no podrían ser incineradas. Parece esto algo inconcebible, pero lo que sucedió en el Campo de las Flores no fue un acto de ficción, sino real.
Pero y que sobre Lev Davídovich Bronstein, más conocido como Lev Trotski o, en español, como León Trotsky. Este fue un político y revolucionario ruso de origen judío. Trotsky no sólo fue el fundador del Ejército Rojo, sino que era la mano derecha de Lenin, pero Joseph Stalin maniobró políticamente para limitar la comunicación entre ellos, especialmente durante el periodo de deterioro de la salud de Lenin. Así las cosas, fallecido Lenin, el enfrentamiento entre Stalin y Trotsky en el partido fue violento y este terminó en el exilio.
Pero todo no terminó ahí. Trotsky con su profunda formación ideológica se constituye en un crítico internacional al gobierno de Stalin y este entendió que esa voz había que apagarla. Fue en Coyoacán, México DF en agosto de 1940 y después de varios intentos de asesinato cuando llegó la mano invisible de Stalin a silenciar a Trotsky metiéndole una pica en la cabeza que generaba sus ideas y creencias.
Existe un enfrentamiento clásico en la humanidad entre los que ostentan el poder (social, político, económico, religioso o estatal) y los que entendemos que nada ni nadie puede comprar ni someter el portentoso poder de las ideas y creencias propias. Esto abunda más de lo que se cree, especialmente en la politiquería baja y grotesca. Ese enfrentamiento lejos de eliminarse seguirá siendo un motor para mejorar todas las cosas. Es un irrespeto a la memoria de tanto martirio doblegarse ante ofertas de beneficios y privilegios por demás efímeros, ficticios e irreales.
Doblegar ideas y creencias con métodos bochornosos e intimidatorios es en efecto algo que puede prosperar temporalmente, más no de manera permanente ni duradera. Especialmente el juego político nunca debería fundamentarse en la coerción, el tráfico de influencia que invita a la traición, ni tampoco sobre el chantaje del supuesto prototipo del “proveedor”, sino sobre la persuasión y el análisis serio y profundo sobre lo que nos ocupa. La batalla, la competencia y las decisiones son sobre las ideas y de manera más profunda, como lo decía Ortega y Gasset, son las creencias las que verdaderamente mejor definen al ser humano pensante.
Ramón Santana
Dominicano residente en Teaneck, NJ, USA