Encontrar árboles en el desierto suena raro. Y más aún si el número es de 1.800 millones – sí, mil ochocientos millones, no es un error o un descuido. Pues esto es lo que han detectado en el desierto del Sahara: un total de 1.800 millones de árboles y arbustos.
¿Son muchos, o son pocos? Para poner las cosas un poco en perspectiva, hay que entender primero qué han considerado los investigadores, y segundo cuánto ocupa el terreno en el que se han encontrado estos vegetales. Lo primero a tener en cuenta para el lector, es que toda esta vegetación no corresponde a una masa forestal, sino a ejemplares separados el uno del otro. Es decir, no es que hubiera un bosque escondido en el desierto, sino que la extensión es tan vasta e inhabitada que no se tenía conocimiento de lo que acaban de encontrar.
Para su estudio, los investigadores han considerado tanto especies arbóreas como arbustivas – es decir, árboles y arbustos – que cubriesen con su copa al menos 3 metros cuadrados. Y el motivo de este tamaño es en parte porque si coges algo más pequeño, igual llamarlo “árbol o arbusto” es un poco atrevido… y en parte, por el método que han empleado.
A partir de aquí, se han analizado 11.128 imágenes de satélite con una resolución de medio metro, generando algoritmos de aprendizaje profundo para poder calcular la masa forestal. Es decir, que han cogido las imágenes, han detectado 90.000 cubiertas vegetales y con eso han enseñado a una computadora a “encontrar” los árboles. Para que esto funcione, los vegetales deben tener un tamaño que permita reconocerlos en imágenes satelitales, de ahí este mínimo a considerar en la ecuación.
La superficie que han cubierto con su estudio es de 1,3 millones de kilómetros cuadrados, algo más de dos veces y media la superficie de España. El estudio cubría cuatro zonas de climáticas: la hiper-árida, árida, semi-árida y sub-húmeda. En la última, la sub-húmeda, era donde más vegetación aparecía, y en total cubre solo el 13,3% de la superficie.
La cantidad de árboles es enorme, mucho más de lo esperado – de hecho, los investigadores utilizan la expresión “cantidad inesperadamente grande” en el título del artículo – pero no cubre una gran superficie. Entonces ¿dónde está el interés?
Resulta interesante por dos cosas. La primera tiene que ver con el ciclo del carbono y el cambio climático: el hecho de que el Sahara tenga mucha más vegetación de la que se esperaba es una buena noticia en este sentido. Y dado que el ciclo del carbono es global, es una buena noticia en todo el planeta.
En segundo lugar, por lo que esto significa a nivel ecológico. La vegetación de porte alto, árboles y/o arbustos, cambian el ensamblaje de los ecosistemas. A parte de por ser organismos fotosintéticos que convierten la luz del Sol en energía aprovechable por otros seres vivos, los árboles y arbustos tienen un efecto estructural en los ecosistemas.
Por ejemplo, ofrecen una dimensión más. Con la cobertura arbórea, el ecosistema pasa de ser casi plano a ser tridimensional, y esta tridimensionalidad supone otra cuestión: la presencia de micro hábitats. El hecho de que existan ramas, recovecos entre la corteza, hojas y demás ofrece refugio a algunas especies, escondites a otras, lugares desde donde cazar a unas terceras… También asienta el terreno, haciendo que el ecosistema tenga una topografía, un “aspecto” más estable. Y contribuye al ciclo del agua, un recurso precioso en estos ecosistemas, favoreciendo la biodiversidad.
Queda por conocer ahora la contribución de esta vegetación a los ciclos globales de carbono, agua y otros nutrientes, unas variables que no son sencillas de calcular. A partir de aquí, se necesitan estudios que amplíen este ejercicio en otros lugares del mundo, para poder saber cuántos árboles hay que no estamos teniendo en cuenta. Pero, y aquí es donde entra la cifra de 90.000 árboles reconocidos por los investigadores, el método que se ha usado no es aplicable a otros lugares. Hace falta desarrollar técnicas que permitan lo que se conoce como aprendizaje no supervisado – unsupervised learning en inglés – para poder llevarlo a cabo.
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