En 10 días, Donald Trump ha cambiado su política sobre Rusia, China, Corea del Norte, Siria, la OTAN, el intervencionismo militar de EEUU fuera de sus fronteras, la divisa china, la reforma fiscal, los tipos de interés, la Reserva Federal, y las ayudas públicas a la internacionalización de las empresas estadounidenses.
La nueva era se ha acabado. Volvemos al pasado. Y no es solo cosa de Trump. Las búsquedas en Google de «Tercera Guerra Mundial» se han situado en su mayor nivel desde 2004. Todo un signo de lo que ha cambiado aquel político que decía que su rival, Hillary Clinton, iba, precisamente, a provocar una conflagración mundial.
Es un giro al centro brutal. Trump es ahora el defensor del sistema que había prometido liquidar. Ha declarado que la OTAN «ya no está obsoleta», ha bombardeado al Gobierno de Siria, ha elevado la tensión en Corea del Norte a niveles desconocidos desde 1994, y ha enviado tropas a Somalia, un país del que EEUU se fue en 1993.
Cambio de personalidades
A nivel interno, ha dicho que probablemente renovará a Janet Yellen al frente de la Reserva Federal, pese a que en campaña dijo que ésta debería «avergonzarse» de su trabajo. Ha dejado para 2018 la bajada de impuestos que iba a ser el eje de su política. Y ha renunciado a declarar a China «manipulador de la divisa», una medida que podría haber causado una guerra comercial capaz de sepultar al mundo en una nueva recesión.
¿Qué ha pasado? Julie Chon, ex estratega del hedge fund Perry Management, ex asesora del senador Chris Dodd -uno de los ‘padres’ de la regulación de Wall Street que Trump también dijo que iba a liquidar-, e investigadora del think tank Atlantic Council ve dos razones. Una de personalidades; la otra, de políticas. Ambas están íntimamente relacionadas.
Por un lado está Steve Bannon, el máximo asesor político de Trump, y el principal representante del ala nacionalista y ultraderechista del equipo del presidente. Por otro, el jefe de asesores económicos de la Casa Blanca, el ex ‘número dos’ del gigante de la banca de inversión Goldman Sachs, Gary Cohn, y el yerno de Trump, Jared Kushner.
Los dos últimos son «mucho más moderados y pragmáticos», explica Chon, que recuerda que en las primeras semanas de la Presidencia de Trump, Bannon definió la política de EEUU. El resultado fueron las desastrosas órdenes sobre inmigración de países de mayoría de población musulmana, que han sido paralizadas por la Justicia, y la debacle de la ‘contrarreforma sanitaria’ de Trump, su único, y fallido, intento de crear una ley. El fracaso no solo fue político. Como recuerda Chon, «la popularidad de Trump tampoco se benefició con esas iniciativas».
La sombra del ‘impeachment’
Hay teorías más peregrinas. Por ejemplo, que los republicanos del Congreso han exigido a Trump que no siga adelante con su política ultranacionalista si no quiere verse sometido a un ‘impeachment’, es decir, a un proceso de destitución, por sus vínculos con Rusia. Pero eso es algo imposible de demostrar.
Nadie sabe tampoco si Cohn y Kushner van a seguir manteniendo a Bannon marginado. La web de ultraderecha que este último dirigió, Breitbart, ha declarado la guerra a Kushner, y es un elemento clave para que Trump movilice a sus seguidores blancos de clase media y media-baja a los que debe la Presidencia, y que se sienten traicionados por el actual giro al centro.
Guste o no, éste es el nuevo Trump. Un Trump tan moderado que hasta ha reducido el número de signos de exclamación de sus tuits, según un sesudo análisis publicado el sábado por el diario The Washington Post, que demuestra que el presidente ha pasado de emplear hasta quince de estos signos en un solo mensaje (¡quince!) a solo ¡uno o dos! Claro que esa transformación empezó en torno al 20 de enero, cuando Trump juró el cargo, posiblemente ¡para dar la impresión de ser un estadista y no una estrella de reality shows! Ahora, la transformación va más allá de Twitter.
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