Disidente político chino, activista social, artista iconoclasta. Las diferentes caras de Ai Weiwei (Pekín, 1957) se funden a primera hora de la mañana en un rostro impenetrable que puede expresar concentración, cansancio o desconfianza. «Tú eres el enemigo», lanzará provocador al periodista cuando se aborde en la conversación el tema de la manipulación mediática y los autoritarismos contemporáneos.
Sus palabras, al igual que las obras de arte que se despliegan en esta ambiciosa exposición titulada Don Quixote, que le concede el MUSAC de León hasta el próximo 18 de mayo, apelan a la conciencia individual en un mundo hostil, más que a buscar los culpables de esa realidad turbulenta.
Las migraciones, la historia del arte y la suya propia, se recomponen en 42 grandes obras que deslumbran bajo el amparo moral de Don Quijote: «nos recuerda que siempre hay diferentes interpretaciones de la realidad, eso me atrae mucho de él».
Recientemente, una obra suya de cerámica fue atacada en Bolonia.
Fue una sorpresa, porque es un trabajo muy personal y extremadamente complicado de hacer. Así que verlo destruido, me dejó en shock.
- Hay quien compara este ataque con su conocida acción de 1995, en la que usted rompía un valioso jarrón de la dinastía Han.
- Creo que la gente que hace este tipo de interpretación no entiende nada. Aquel jarrón era de mi propiedad. Me pertenecía, lo usé para hacer mi propia declaración de intenciones artística, en la que abría una nueva posibilidad para el arte. Es diferente de que alguien vaya a un museo y destruya las propiedades de otras personas, eso es ilegal.
- ¿Su trabajo aún se guía por aquella declaración de intenciones?
- El arte consiste en romper los límites. Pero tiene que ser legal y tiene que ser un acto significativo, debes desarrollar una idea.
- ¿Y qué opina de los activistas climáticos que atacan obras de arte?
- Moralmente es entendible, porque los medios de comunicación son indiferentes a sus llamamientos, pero no podemos exigir protección destruyendo: es contradictorio. Este tipo de acciones no tienen sentido.
- La historia del arte ha sido un aspecto muy importante en su práctica. ¿Es una manera de cuestionarla o de reivindicar un legado cultural?
- Como artista, o como alguien que trabaja en el sector de la cultura e incluso con la memoria, esto es un material con el que jugamos. No podemos construir algo nuevo sin entender lo que sucedió en el pasado. Por eso tomo la historia del arte, o la situación política, o los medios de comunicación de masas, como algo preexistente y lo reinterpreto en una situación determinada.
- Usted ha experimentado una vida nómada desde pequeño, su trabajo también deriva de una idea a otra de forma aparentemente caprichosa. Las esculturas de madera que presenta en esta exposición -una decena de nudosas raíces de olivo-, ¿simbolizan ese movimiento irregular?
- Ser artista es como tratar de sobrevivir en medio del océano, de las olas. Siempre tienes que luchar para agarrarte a las cosas que te ayuden a sobrevivir. Las raíces se forman así porque el suelo tiene muchas piedras, rocas, que deben ser evitadas. Se asemeja claramente a la lucha por la vida. Esas raíces las encontré en una montaña de desecho. El propietario no sabía qué hacer con ellas, así que las compramos, las limpiamos y las transformamos en otra cosa.
- La transmutación de algo sin valor en otra cosa trascendente.
- Es un milagro. El arte o la belleza son solo un juicio humano. Un nombre que se le da a algo. Las cosas no son hermosas ni malas, las cosas son indiferentes.
- ¿Intenta usted enseñar algo con su trabajo?
- No, yo intento enseñar nada más que a mí mismo, no enseño a la gente. Lo que intento hacer es aprender.
- La política también es fundamental en su obra. Las piezas que ha hecho sobre el tema de los refugiados ocupan la primera gran sala de esta exposición. En Europa y otras partes del mundo, las sociedades parecen querer limitar la entrada de personas llegadas de otros países. ¿Lo entiende?
- Entiendo que cualquier sociedad quiera protegerse, esto es comprensible. Pero prefiero encontrar una solución al problema original. Esos refugiados no lo eran al nacer. Los europeos viven en una situación privilegiada y estas personas son refugiados por causa de la guerra, del hambre, porque han sido expulsados de su hogar. Nadie quiere dejar su hogar, a menos que sea absolutamente necesario. Para ellos es un problema de vida y muerte, así que tienen que irse. Creo que los europeos viven en condiciones privilegiadas. Tienen una responsabilidad y una obligación para ayudarles a resolver el problema, en lugar de detenerlos. No es posible detenerlos. La gente quiere una vida para proteger a sus hijos y está dispuesta a trabajar. Y, por otro lado, las personas receptoras no están tan ansiosas de trabajar. Lo único que quieren es tener vacaciones más largas.
- Usted utiliza las redes sociales de forma muy activa, algo que pocos artistas hacen. ¿Cuál es tu opinión sobre cómo éstas influyen en la sociedad contemporánea?
- Creo que hoy los medios digitales representan la realidad, reflejan la condición humana. Esto puede ser algo prometedor o algo desalentador. El mundo artístico es un producto básicamente del capitalismo. La educación, el mercado o la mayoría de las profesiones no se preocupan de los problemas morales.
- Las redes sociales son la realidad, pero están controladas por megacorporaciones. ¿Cree que esto puede representar una amenaza totalitaria, en el sentido que con ellas se puede controlar a la sociedad de forma masiva?
- Creo que las redes sociales son muy poderosas y definitivamente están controladas por corporaciones. Es un hecho muy peligroso.
- China, Rusia o las petromonarquías islámicas del Golfo Pérsico son gobiernos autoritarios. ¿Somos conscientes de los peligros que nos rodean?
- Si no eres consciente de esos peligros que te rodean es porque tú también eres el peligro que rodea a otros. Entiendo esa tendencia a culpar a China y a otros países, pero China no es comunista. Es un totalitarismo, es autoritario, pero no es diferente de los EEUU, que también lo son. El capitalismo es autoritario. Entonces, nosotros intentamos… los medios de comunicación de masas intentan lavar el cerebro a la gente para designar a un enemigo diferente de sí mismo. Pero claramente el enemigo está dentro de ellos también.
- ¿Qué opina sobre las elecciones de los Estados Unidos?
- Para mí, estas elecciones han sido como Halloween. Con fantasmas y demonios por todos lados, pero los dos candidatos buscaban la misma presa. No diría que hay mucha diferencia entre ellos. Están en el mismo barco. Todos creen que los estadounidenses deben ser lo primero, America first. Todos quieren que EEUU maximice su poder, no tienen realmente la capacidad de entender valores universales. No puedes dividir las cosas entre Oriente Medio, China o Estados Unidos. Los valores se relacionan con todas las personas, con cada niño, con cada ser humano. Si no tienes esta posición moral general, ¿quién eres? Es triste.
- El título de esta exposición es Don QuIxote. Usted creció con este libro, el Quijote, que su padre tenía en su biblioteca.
- Es lo que mejor conozco de la cultura española. Y creo que ese personaje también nos recuerda que siempre hay diferentes interpretaciones de la realidad.
- Usted parece ser alguien muy realista.
- Soy realista en cuanto a las cuestiones prácticas, pero no soy realista en la interpretación de la vida. Creo que la vida tiene posibilidades ilimitadas y el valor de la vida muy a menudo está malinterpretado por la educación y la propaganda
- ¿España es más como Sancho o como Don Quijote?
- Creo que ambos coexisten. No pueden ser el uno sin el otro.
- La escultura colgante titulada La Commedia Umana (2017-2021) -ocho metros de alto, dos mil piezas de cristal negro de Murano con formas de huesos y vísceras humanas que pesa casi tres toneladas- es una pieza impresionante.
- Yo diría que es una obra hecha para Don Quijote, casi un retrato suyo. Empecé a hacer este chandelier en Venecia, antes de la pandemia, antes de la guerra en Ucrania. Después, cuando estuvo terminada, nos encontramos con millones de muertos por estas causas. La realidad es la que está dando forma a la escultura.
- Antes mencionó el capitalismo. ¿Cuál es su relación con el mercado artístico?
- Lo trato como si fuese un granjero que cultiva tomates o naranjas y luego las pone en el mercado. No me importa quién lo compre. Muy a menudo nadie lo hace, tienes que recogerlo y comértelo tú mismo.
- ¿Siente apego por sus piezas?
- No me gusta hablar de ellas una vez están hechas, a menudo pienso que no lo merecen.
- ¿Por autocrítica?
- Siempre hago autocrítica y hago también un trabajo que es muy crítico, pero no doy importancia a la venta. No creo que la mayoría de la gente que posea mi trabajo lo merezca.
- Su padre tuvo que quemar su biblioteca, ¿aprendió a dejar ir lo material desde que era muy pequeño?
- Mi padre [Ai Qing, purgado por la dictadura comunista en los años 70] era el mejor poeta chino. Yo viví con él en esta cueva [Ai muestra el salvapantallas de su teléfono móvil, con una foto en blanco y negro del agujero por el que se entraba a su casa subterránea en una zona desértica de China], durante cinco años, cuando fue obligado a limpiar baños públicos. La realidad es así. Desde entonces, entiendo el carácter de Don Quijote.
- Y aprendió a no dar tanto valor a las posesiones…
- Creo que el único valor es nuestro corazón y nuestro cerebro. Si algo tiene valor es aquello que refleja nuestro pensamiento y nuestras emociones, como lo hace el arte.
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