Por Miguel Mejía
A Inácio -Lula- Da Silva lo conocí en el contexto del Foro de Sao Paulo, antes de ser presidente de la República Federativa de Brasil, y desarrollamos una amistad que nos permitió ser parte de un grupo de amigos de su país, entre éstos, Marcos Aurelio García (fallecido), José Dirceu, Frei Betto, Valter Pomar y Mónica Valente, así como amigos de República Dominicana que lo trajimos a nuestro país. Entre ese grupo de dominicanos debo destacar al fenecido José Ernesto Oviedo Landestoy Weber (El Gordo Oviedo), con quien llevé a Lula a cenar al tradicional Restaurant Vizcaya, de la época de 1955.
Tuve el honor de ir a Brasil a representar el Gobierno dominicano bajo la presidencia del doctor Leonel Fernández en la toma de posesión de Lula el 1 de enero de 2003; luego, fuera del poder, un grupo de amigos lo trajimos de nuevo al país. Durante su injusta prisión estuve a punto de visitarle en la cárcel de Curitiba en septiembre de 2018, gracias a una coordinación de mi dilecto amigo, el reconocido intelectual Ignacio Ramonet. En esa oportunidad me abstuve de viajar a Brasil porque solo se permitía la visita a dos personas ya seleccionadas, Ramonet y el argentino Adolfo Pérez Esquivel, premio Nobel de la Paz. En el marco de esta historia de amistad no puedo ocultar la tristeza y la confusión que me embarga al ver el veto que ha expresado Lula en contra de la hermana República Bolivariana de Venezuela en la reciente cumbre de los BRICS+, en Kazan, Rusia.
No me sumo a las descalificaciones ni a los epítetos que como reacción natural en este tema se han producido a nivel global. Obviamente, desde esta columna censuro esa posición del amigo Lula.
Los BRICS+ y su portancia
El 16 de junio de 2009 realiza su primera cumbre una importante alianza, nacida en 2006, en el escenario geopolítico global capaz de desafiar al dólar y las formas de control que vienen gobernando al mundo, ante los crecientes impactos de la crisis financiera de 2008 que afectó a los países más pobres. Los líderes del BRIC conformado inicialmente por Brasil, Rusia, India y China, comenzaron a expresar su preocupación y a buscar estrategias que permitieran cambios en las instituciones financieras y tratar de afrontar con mayor eficacia los desafíos globales. Los BRICS+ (ya con la S de Sudáfrica que se une en 2011) más los nuevos integrantes incorporados en enero pasado, Egipto, Irán, Emiratos Árabes Unidos y Etiopía, representan el 41.3% de la población mundial y el 37% del Producto Interno Bruto (PIB) global y sus países miembros suman una población de 3,609 millones de personas, casi la mitad de la población mundial, muy por encima del G-7 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido), ese club de países ricos que alberga una población de apenas 780 millones de personas con una participación del 30% en el PIB global, y son los que hasta ahora han dominado el mundo.
Los BRICS poseen el 44% de las reservas mundiales de petróleo, concentran el 38% de la producción industrial global y controlan alrededor del 20% del comercio internacional, versus el G-7 que posee apenas el 4% de las reservas petroleras y el 30,5% de la producción industrial. Y qué decir, casi la mitad del arroz y el trigo del planeta proviene del BRICS.
Por ello, representa una verdadera alternativa político-social por un nuevo orden mundial que apunta hacia el futuro de mediano y largo plazo. Todos sus miembros son países grandes, ricos, con recursos diversos, estructuras e infraestructuras y con poder para contrarrestar el control hegemónico e imposiciones de organismos internacionales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, al Banco Interamericano de Desarrollo, para fomentar las economías emergentes. En su avance, para muchos lento, pero seguro, van articulando pasos alternativos tendientes a escapar de la hegemonía de Estados Unidos y del dólar (en decadencia), camino al establecimiento de una moneda propia del sistema BRICS que lo sustituya. Avanza también con miras a lo científico, cultural y comercial.
La alianza crece y se consolida
Esta alianza alternativa de las principales economías del sur global crece y se consolida, evidente con el ingreso de varios países como socios y otros que han expresado su interés en ser parte. Estos países tienen en común procesos históricos de sus distintas realidades en el contexto del tablero de la geopolítica, en los órdenes político, económico, financiero, ambiental, social, por lo que han marcado su interés en ampliarse con la inclusión de otros países.
En la reciente cumbre en Kazan, el presidente Vladimir Putin aseguró que “las puertas están abiertas”, y destacó que más de treinta países han manifestado su interés de sumarse. Todos han aplaudido la inclusión como socios, de Cuba, Bolivia, Argelia, Bielorrusia, Indonesia, Kazajistán, Malasia, Nigeria, Tailandia, Turquía, Uganda, Uzbekistán y Vietnam, en este grupo, excepto Venezuela en esta ocasión.
Los nueve países que en su última cumbre acogieron a 13 países como miembros asociados, han alzado su voz contra el curso del orden global liderado por Estados Unidos y por sus aliados en distintos conflictos, han defendido la paz, desde Ucrania hasta Gaza, con el propósito de consolidar su alcance en el mundo.
El veto de Lula contra Venezuela
El veto del presidente de Brasil Luiz Inácio -Lula- Da Silva en la reciente cumbre de Kazan, Rusia, interfiriendo la entrada de Venezuela a los BRICS+, además de sorpresa ha causado indignación y vergüenza. Y no se trata de desconocer el derecho a expresar su sentir, sino de reflexionar sobre su extraña posición, la cual entra en contradicción con el hecho de que los BRICS+ sustentan el propósito común de formar un frente capaz de ser contrapeso al poder de Occidente representado por el G-7 y sus aliados, pudiendo Venezuela jugar un rol esencial frente a lo que representa esta alianza en este momento crucial de la coyuntura geopolítica en el marco de lo económico, financiero como también militar, y la agudización de las contradicciones en el escenario internacional, poniendo la mirada en China y Rusia versus los Estados Unidos y la Unión Europea, todo lo cual demanda la urgente necesidad de ampliar y consolidar este bloque como una autentica alianza estratégica libre del tutelaje de los Estados Unidos de Norteamérica y sus aliados.
Al parecer, Lula se olvidó del contexto que originó la iniciativa de los BRICS, este bloque heterogéneo de países, que también tendrán sus contradicciones, pero su visión y voluntad política les ha permitido acercarse en unidad estratégica para hacer frente a los retos y desafíos que representan las pretensiones de los enemigos comunes, y que les permitirá escapar de la persistente política de Estados Unidos para imponer sus intereses en la dinámica internacional, incidiendo en los sistemas financieros, las relaciones comerciales, el control de los recursos naturales, mediante manipulación financiera y geopolítica e imposición de sanciones unilaterales , promoción y financiamiento de conflictos guerreristas y opresión al desarrollo de los pueblos.
Si partimos de lo que representa Venezuela para Estados Unidos y su incesante control hegemónico, salta a la vista la posición de Lula con el veto a la entrada de Venezuela a los BRICS debido a que la Patria de Bolívar, Miranda, Alí Primera, Chávez, Nicolás Maduro, tiene grandes reservas de petróleo, oro, y otros recursos estratégicos, además de su ubicación territorial, lo que es un atractivo para los Estados Unidos.
¿Por qué solo Lula? cabe preguntarse. Expresa en la cumbre su veto a Venezuela a través de su asesor en política internacional Celso Amorín, tras un “accidente doméstico” que le impidió estar presente en el cónclave, aunque habló por teleconferencia, dio su visto bueno a la vez en favor de la entrada de Cuba y Bolivia y otros países, y evidencia con su posición que olvida la trayectoria de la República Bolivariana de Venezuela en todo el trajinar de la lucha de Latinoamérica y del Caribe con la bandera de la unidad integracionista, el internacionalismo y la solidaridad, en defensa de la libertad, independencia y soberanía de las naciones, al combatir el hegemonismo, el colonialismo y el injerencismo, junto a los tentáculos en la judicialización de la política y la politización de la justicia.
En cambio, Vladimir Putin, expresó su agrado al ingreso de Venezuela a los BRICS, destacando que “Venezuela es uno de los viejos socios fiables de Rusia en América Latina y el mundo en general. Las relaciones estratégicas entre nuestros países continúan fortaleciéndose.” Y declaró no estar de acuerdo con la posición de Brasil. En la cumbre, el presidente Nicolás Maduro fue, como siempre, bien recibido por mandatarios presentes y sostuvo encuentro bilateral con Putin, anfitrión de la cumbre, con Alexandre Lukashenko, de Bielorrusia, Mahmud Abas, de Palestina y Recep Tayyip Erdogan, de Turquía. Y con el Primer Ministro de Vietnam Pham Minh Chinh, entre otros.
Estados Unidos y sus aliados tiemblan ante el BRICS con su ampliación y consolidación, sumándose nuevos socios, entre los cuales, en su momento estará Venezuela que seguirá adelante con sus esfuerzos por el futuro de este espacio integracionista, como lo expresó el presidente Nicolás Maduro “Venezuela está en el camino de los BRICS, porque está en el camino del equilibrio del mundo, para construir un mundo multipolar, metacéntrico”.
¿A esta realidad Lula le quiere poner un freno con su veto político a Venezuela? Es inaudito. Lula no es un Bolsonaro. Pero su prestigio y trayectoria política como revolucionario, como presidente, como defensor de la clase trabajadora, se pone bajo cuestionamiento.
Con su posición contra Venezuela Lula se suma automáticamente a la posición del imperialismo norteamericano y sus aliados que vetan, de diversas formas, el desarrollo y bienestar de los pueblos de Nuestra América. Lo menos que se podía esperar de Lula es una posición como esta, a través de un emisario, contra una nación hermana que forma parte de la lucha solidaria internacional latinoamericana y caribeña, que posee todas las condiciones para ser integrante de los BRICS, espacio que Venezuela conoce, respeta y defiende con su diplomacia de paz.
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