EE.UU.-Los hombres más poderosos del planeta siguen obstinados en diseñar el futuro de nuestra humanidad a golpe de tecnología y planes dirigidos que pasan por acabar con el declive de la natalidad. Elon Musk es uno de ellos. No es algo nuevo que el hombre más rico del planeta y dueño de X quiera asegurar la economía mundial repoblando la tierra y frenando la bajada de natalidad (él mismo cumple con el ejemplo y a sus 53 años ya tiene, que se sepa, doce hijos: seis con la autora canadiense Justine Wilson, tres con la cantante Grimes y tres con la directora de operaciones de Neuralink Shivon Zilis), pero su defensa del pronatalismo conlleva asociados unos polémicos conflictos éticos, pues la propuesta de Elon y de otros magnates como Jeff Bezos o Marc Andreeseen es que se use la tecnología para repoblar el planeta -y así garantizar el desarrollo económico y la estabilidad social- con «aquellas personas que puedan producir una descendencia genéticamente superior».
Es decir, que tanto Musk como los defensores del pronatalismo proponen que el problema de la infertilidad se solucione por parte de sólo unos cuantos elegidos (ellos quieren que sean blancos, por supuesto), los «intelectualmente talentosos» o capaces de «producir una descendencia genéticamente superior».
La escritora Margaret Atwood ya dibujó en El cuento de la criada un mundo apocalíptico dirigido por gobernantes que sometían a las pocas mujeres fértiles que quedaban en la sociedad para que salvasen el planeta de una catástrofe humanitaria.
Lo cierto es que a pesar de que el planeta ahora mismo está poblado con 8.000 millones de personas, dos terceras partes de la población mundial vive en un área donde la tasa de fecundidad es inferior a los 2,1, lo que hace prever un crecimiento nulo a largo plazo.
La crisis de natalidad ya es un problema actual que debaten políticos como Angela Merkel o Vladimir Putin, que defienden planes para aumentar la demografía. Sin embargo, los adeptos del pronatalismo van un paso más allá, pues quieren que la población crezca de una forma dirigida -con ayuda de la tecnología-, con óvulos y espermatozoides provenientes de individuos seleccionados «genéticamente superiores» para mejorar la humanidad, lo que ha hecho que muchos comparen estos pensamientos con los experimentos eugenésicos nazis.
Y es que, para conseguirlo, Musk y el resto de pronatalistas defienden técnicas reproductivas avanzadas que permitan que la maternidad sea más inclusiva, y que pasan por la creación de úteros artificiales o el cultivo de óvulos a partir de células madre, que podrían permitir algo que no se ha experimentado hasta ahora: la reproducción biológica entre dos hombres.
El objetivo de Elon y sus adeptos -recordemos que hace años Jeffrey Epstein ya conmocionó a la sociedad con sus planes para «plantar su semilla» cuando quiso embarazar a la vez a 20 mujeres en un rancho de nuevo México—choca sin embargo con la situación de colapso medioambiental que vive nuestro planeta.
Según la ONU, si en 2050 la población mundial llegase a los 9800 millones de personas se necesitaría el equivalente a tres planetas para proporcionarnos los recursos naturales necesarios para sostener el ritmo de vida que llevamos. Además, si la natalidad aumenta y muchas familias pasan a ser numerosas, éstas no podrían costear los gastos necesarios para sacar a los suyos adelante y las empresas tendrían que plantearse ampliar las bajas maternales o permitir horarios de lactancia más elevados.
Además, los gobiernos tendrían que invertir en acceso a la formación y mejorar las estructuras de muchas urbes para adaptarlas a niños y ampliar las zonas verdes, de parques o los sistemas de transportes públicos para familias.
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